lunes, 27 de julio de 2009

En respuesta a Mario Vargas Llosa, “El prestigio, el crédito y la legitimidad son para quien las trabaja”

Por: Ivonne Acuña Murillo

Este escrito tiene como objetivo hacer algunas puntualizaciones en torno al artículo de Mario Vargas Llosa, titulado “Prohibido prohibir”, publicado el domingo 26 de julio de 2009, en la columna Tribuna, del periódico El País, mismo que reproduzco abajo y que puede ser consultado en su versión electrónica en http://www.elpais.com/articulo/opinion/Prohibido/prohibir/elpepiopi/20090726elpepiopi_12/Tes

Vargas Llosa comienza su texto afirmando que el eslogan de los jóvenes que participaron en los movimientos de 1968, “Prohibido prohibir”, mismo que da nombre a su participación, tuvo como consecuencias no deseadas el que toda autoridad sea considerada como sospechosa y se propone probar como esto ha provocado la destrucción de la autoridad del docente frente a sus estudiantes y no la destrucción del Estado. Utiliza para ello lamentables acontecimientos y que él retoma como ejemplo, sin mediar un análisis multifactorial, y a Michael Foucault, quien desde su perspectiva aparece como el ideólogo del desastre que supone poner en duda toda autoridad, a pesar de que en 1968 Foucault no era todavía un intelectual influyente, ni mucho menos, como si lo fueron Jean Paul Sartre, Louis Althusser, Nicos Poulantzas y muchos más.

Primera puntualización, los jóvenes del ’68 no estaban en contra de la autoridad como tal sino en contra del “autoritarismo” no sólo estatal (del Estado) sino social (de todas aquellas instituciones que ejercen autoridad sobre los miembros de una sociedad como la familia, la escuela, la Iglesia, etc.). Por si Vargas Llosa no conoce la diferencia entre “autoridad” y “autoritarismo”, vayan las definiciones: “autoridad” (repito el término para que no haya confusiones y sigan las malas interpretaciones) es definida por la RAE como: 1. f. Poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho; 2. f. Potestad, facultad, legitimidad; 3. f. Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia; 4. f. Persona que ejerce o posee cualquier clase de autoridad; y "autoritarismo” como: 1. m. Sistema fundado primariamente en el principio de autoridad; 2. m. Actitud de quien ejerce con exceso su autoridad; 3. m. Régimen autoritario. Partiendo de estas definiciones cabe preguntarse ¿contra que protestaban los jóvenes del ´68? Como aproximación cabe aclarar que no pretendían dinamitar el orden social existente, sino modificarlo. Dichas modificaciones pueden, siguiendo la estrategia retórica de Vargas Llosa, reducirse al slogan “amor y paz”, el cual puede interpretarse, para no abandonar al escritor peruano, como un llamado a hacer de éste un mundo mejor. Pero, ¿mejor cómo? De entrada, un mundo donde la guerra y la violencia no tuvieran lugar. Sin embargo, ese deseo no fue la primera expresión en la búsqueda de cambios, sino la libertad de expresión, de acción, de formación de una identidad propia, todo lo cual se encontraba limitado por el ejercicio “excesivo” de la autoridad estatal, paterna, escolar, sacerdotal, médica, etc. Por poner un ejemplo -de nuevo aparece el camino discursivo de “Don” Mario-, en México la policía podía arrestar a un joven por el hecho de tener el cabello más largo de lo “permitido”, lo cual remite a afirmar que “tener el cabello largo siendo hombre” estaba “prohibido”. También estaba prohibido, por mencionar un segundo caso, hacer manifestaciones públicas sin importar el asunto, tema o problema relacionado, por lo que el Estado podía acusar a quien así lo hiciera de “disolución social” (artículos 145 y 145 bis constitucional), delito que bien a bien podía querer decir cualquier cosa. En el ámbito privado también había prohibiciones, todas aquellas que fueran necesarias para mantener sujeta la voluntad de mujeres, jóvenes, niños y niñas a la excesiva autoridad masculina. Para concluir y volviendo a las definiciones, “prohibido prohibir” no supone el desconocimiento de toda autoridad sino una protesta en contra del autoritarismo estatal y social, en los términos aquí expuestos. Por lo que el primer argumento de "Don" Mario se viene abajo.

Segunda puntualización, los hechos expuestos por el escritor: las golpizas a profesores, los enfrentamientos entre pandillas a navajazos y palazos, los tiroteos, las violaciones sexuales, el consumo de drogas y alcohol, que presenta como resultado directo de la frase que da nombre a su escrito y por tanto de declarar toda autoridad como sospechosa, es no sólo una impresión producto de la falta de análisis sino un exceso, a propósito del autoritarismo que existe también en el espacio de las letras cuando un autor pretende tener la última palabra cuando de interpretar “la realidad” se trata. El caldo de cultivo que provoca el ambiente relatado por el autor y que sería un buen tema para alguna de sus novelas no puede reducirse a un solo factor. Él mismo al inicio de la narración habla de “las familias francesas empobrecidas que se codean” con inmigrantes de diversas nacionalidades, haciendo referencia sin quererlo a dos problemas sociales: la pobreza y la migración a los que se suman el alcoholismo, la drogadicción y el tráfico de armas, como él mismo afirma. Si se hiciera un análisis concienzudo de la relación de estos problemas con lo ocurrido dentro y fuera de las instalaciones educativas se vería que la falta de respeto a la autoridad y las agresiones dirigidas contra los docentes del liceo francés no son resultado únicamente de considerar sospechosa a todo tipo de autoridad sino de un conjunto de factores, como los ya mencionados, que provocan en los jóvenes estudiantes un sentimiento de rechazo, de falta de oportunidades, de un futuro incierto y a su vez violento en el que la escasez de recursos de todo tipo los convierte en competencia y enemigos uno del otro. En este caso, no son las luchas por lograr mayor libertad de expresión, espacios de participación y un mejor nivel de vida los que provocan una inversión negativa en los valores sino un sistema en el que el valor principal es la ganancia económica y cuyos procesos generan enormes espacios de exclusión y grupos de excluidos. En este caso, el segundo argumento de Vargas Llosa lleva a culpar a los actores de tan preocupantes eventos de aquello de lo que son víctimas y a ignorar la responsabilidad que las élites políticas y económicas tienen en el cambio de paradigmas y en el paso del Estado benefactor al Estado neoliberal que como tal ha renunciado a su deber de proteger a los sectores menos favorecidos de la sociedad y se ha aliado a los intereses de los grandes capitalistas, bajo la anuencia y complicidad de algunos intelectuales. Por cierto, es bajo este tipo de Estado que la educación y el trabajo se han convertido en mecanismos de exclusión social.

Tercera puntualización, ésta se deriva de la aclaración anterior y remite directamente a Michael Foucault y cuyo pensamiento, a decir de Vargas Llosa, no llevo al espíritu juvenil a la liberación creativa sino a convertir a los colegios en instituciones caóticas en “pequeñas satrapías de matones y precoces delincuentes”. En primer lugar, hace una generalización brutal al afirmar que todos los colegios “así liberados” son lugares sin orden ni regla. En segundo lugar, supone que la difusión de las ideas foucaultianas ha sido tal, que al menos en Francia, todos los adolescentes lo han leído y tomado como bandera de lucha para liberarse de la autoridad académica que los oprime y coarta, lo cual parece poco menos que exagerado. En tercer lugar, descontextualiza el pensamiento de Foucault al desligarlo de su crítica al Estado capitalista y las tecnologías de poder a partir de las cuales, en efecto, las instituciones -incluidas la escuela y la familia- son transformadas en instrumentos de dominación que permiten “normalizar” a los individuos para convertirlos en sujetos productivos y explotables, necesarios para la acumulación de capital.

Cuarta puntualización, el mismo Vargas Llosa brinda los elementos para rebatir el último argumento que aquí interesa comentar y que tiene que ver con la autoridad dentro del salón de clases y que Foucault, a quien Vargas Llosa llama "iconoclasta", aquel que “niega y rechaza la merecida autoridad de maestros, normas y modelos” (RAE), hace estallar en mil pedazos. Aquí se sostiene que no es esa autoridad la que Foucault cuestiona sino la utilización que de ella hacen las élites políticas y económicas en su afán por socializar a los sujetos en función de sus propios intereses. Por otro lado, parece que "Don" Mario no ha dado clases y no sabe lo que implica “estar en un aula frente a un grupo de jóvenes”. Si partimos de la acepción tomada por él para hablar de esa autoridad que “no volvió a levantar la cabeza” gracias al “prohibido prohibir” y que a la letra dice “Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia”, resulta que la autoridad dentro del aula es algo “que se gana”, que no se da en automático por el sólo hecho de ser nombrado por la institución educativa como el titular de una materia. Todas las personas que hemos dado clases sabemos que existe algo denominado “control de grupo” y que precisamente se relaciona con la experiencia y la habilidad para mantener la consideración de los estudiantes y su atención a los temas tratados, por lo que la autoridad del docente dentro del aula no responde a una abstracta idea de respeto, sino a su propia actitud frente al grupo, a su conocimiento y manejo de lo estudiado y su relación con la realidad que viven sus pupilos, a su forma de administrar los tiempos de atención, al respeto con el que es capaz de tratarlos y de ganar para sí mism@, no sólo a partir de un trato cordial sino de la claridad y observancia de las normas que regirán para los estudiantes y para sí, etc. En pocas palabras y parafraseando a un mexicano realmente preocupado por los menos favorecidos, “el prestigio, el crédito y la legitimidad son para quien los trabaja”.

Finalmente, me atrevo a afirmar que el artículo de Vargas Llosa es una opinión que no se fundamenta en estudios serios sobre el cambio de valores y el comportamiento de los grupos sociales que han sido excluidos del circuito capitalista de acumulación, es por el contrario una perorata, encaminada a defender el status quo aquel del que seguramente se ha beneficiado para defenderlo tan apasionadamente. Lástima que Foucault ya no esté vivo para darle una explicación que pueda entender. ¿O acaso supone que su defensa del orden existente lo acerca al Nobel?

Si quieres leer otra respuesta al mismo artículo visita http://cienciametodoysociedad.blogspot.com/

"Prohibido prohibir". Artículo aparecido en el periódico El País.

Por: Mario Vargas Llosa

El eslogan de Mayo del 68 extendió al concepto de autoridad su partida de defunción y legitimó la idea de que toda autoridad es sospechosa. No destruyó el Estado, pero sí la educación.

Hace ya de esto algunos años vi en París, en la Televisión Francesa, un documental que se me quedó grabado en la memoria y cuyas imágenes, de tanto en tanto, los sucesos cotidianos actualizan con restallante vigencia.

El documental describía la problemática de un liceo en las afueras de París, uno de esos barrios donde familias francesas empobrecidas se codean con inmigrantes de origen subsahariano, latinoamericano y árabes del Magreb. Este colegio secundario público, cuyos alumnos, de ambos sexos, constituían un arco iris de razas, lenguas, costumbres y religiones, había sido escenario de violencias: golpizas a profesores, violaciones en los baños o corredores, enfrentamientos entre pandillas a navajazos y palazos y, si mal no recuerdo, hasta tiroteos. No sé si de todo ello había resultado algún muerto, pero sí muchos heridos, y en los registros al local la policía había incautado armas, drogas y alcohol.

El documental no quería ser alarmista, sino tranquilizador, mostrar que lo peor había ya pasado y que, con la buena voluntad de autoridades, profesores, padres de familia y alumnos, las aguas se estaban sosegando. Por ejemplo, con inocultable satisfacción, el director señalaba que gracias al detector de metales recién instalado, por el cual debían pasar ahora los estudiantes al ingresar al colegio, se decomisaban las manoplas, cuchillos y otras armas punzo-cortantes. Así, los hechos de sangre se habían reducido de manera drástica. Se habían dictado disposiciones de que ni profesores ni alumnas circularan nunca solos, ni siquiera para ir a los baños, siempre al menos en grupos de dos. De este modo se evitaban asaltos y emboscadas. Y ahora el colegio tenía dos psicólogos permanentes para dar consejo a los alumnos y alumnas -casi siempre huérfanos, semihuérfanos, y de familias fracturadas por la desocupación, la promiscuidad, la delincuencia y la violencia de género- inadaptables o pendencieros recalcitrantes.

Lo que más me impresionó en el documental fue la entrevista a una profesora que afirmaba, con naturalidad, algo así como: "Tout va bien, maintenant, mais il faut se débrouiller" ("Ahora todo anda bien, pero hay que saber arreglárselas"). Explicaba que, a fin de evitar los asaltos y palizas de antaño, ella y un grupo de profesores se habían puesto de acuerdo para encontrarse a una hora justa en la boca del metro más cercana y caminar juntos hasta el colegio. De este modo el riesgo de ser agredidos por los voyous (golfos) se enanizaba. Aquella profesora y sus colegas, que iban diariamente a su trabajo como quien va al infierno, se habían resignado, aprendido a sobrevivir y no parecían imaginar siquiera que ejercer la docencia pudiera ser algo distinto a su vía crucis cotidiano.

En esos días terminaba yo de leer uno de los amenos y sofísticos ensayos de Michel Foucault en el que, con su brillantez habitual, el filósofo francés sostenía que, al igual que la sexualidad, la psiquiatría, la religión, la justicia y el lenguaje, la enseñanza había sido siempre, en el mundo occidental, una de esas "estructuras de poder" erigidas para reprimir y domesticar al cuerpo social, instalando sutiles pero muy eficaces formas de sometimiento y enajenación a fin de garantizar la perpetuación de los privilegios y el control del poder de los grupos sociales dominantes. Bueno, pues, por lo menos en el campo de la enseñanza, a partir de 1968 la autoridad castradora de los instintos libertarios de los jóvenes había volado en pedazos. Pero, a juzgar por aquel documental, que hubiera podido ser filmado en otros muchos lugares de Francia y de toda Europa, el desplome y desprestigio de la idea misma del docente y la docencia -y, en última instancia, de cualquier forma de autoridad-, no parecía haber traído la liberación creativa del espíritu juvenil, sino, más bien, convertido a los colegios así liberados en el mejor de los casos, en instituciones caóticas, y, en el peor, en pequeñas satrapías de matones y precoces delincuentes.

Es evidente que Mayo del 68 no acabó con la "autoridad", que ya venía sufriendo hacía tiempo un proceso de debilitamiento generalizado en todos los órdenes, desde el político hasta el cultural, sobre todo en el campo de la educación. Pero la revolución de los niños bien, la flor y nata de las clases burguesas y privilegiadas de Francia, quienes fueron los protagonistas de aquel divertido carnaval que proclamó como eslogan del movimiento "¡Prohibido prohibir!", extendió al concepto de autoridad su partida de defunción. Y dio legitimidad y glamour a la idea de que toda autoridad es sospechosa, perniciosa y deleznable y que el ideal libertario más noble es desconocerla, negarla y destruirla. El poder no se vio afectado en lo más mínimo con este desplante simbólico de los jóvenes rebeldes que, sin saberlo la inmensa mayoría de ellos, llevaron a las barricadas los ideales iconoclastas de pensadores como Foucault. Baste recordar que en las primeras elecciones celebradas en Francia después de Mayo del 68, la derecha gaullista obtuvo una rotunda victoria.

Pero la autoridad, en el sentido romano de auctoritas, no de poder sino, como define en su tercera acepción el Diccionario de la RAE, de "prestigio y crédito que reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia", no volvió a levantar cabeza. Desde entonces, tanto en Europa como en buena parte del resto del mundo, son prácticamente inexistentes las figuras políticas y culturales que ejercen aquel magisterio, moral e intelectual al mismo tiempo, de la "autoridad" clásica y que encarnaban a nivel popular los maestros, palabra que entonces sonaba tan bien porque se asociaba al saber y al idealismo. En ningún campo ha sido esto tan catastrófico para la cultura como en el de la educación. El maestro, despojado de credibilidad y autoridad, convertido en muchos casos en representante del poder represivo, es decir, en el enemigo al que, para alcanzar la libertad y la dignidad humana, había que resistir, e, incluso, abatir, no sólo perdió la confianza y el respeto sin los cuales era prácticamente imposible que cumpliera eficazmente su función de educador -de transmisor tanto de valores como de conocimientos- ante sus alumnos, sino de los propios padres de familia y de filósofos revolucionarios que, a la manera del autor de Vigilar y castigar, personificaron en él uno de esos siniestros instrumentos de los que -al igual que los guardianes de las cárceles y los psiquiatras de los manicomios- se vale el establecimiento para embridar el espíritu crítico y la sana rebeldía de niños y adolescentes.

Muchos maestros, de muy buena fe, se creyeron esta degradante satanización de sí mismos y contribuyeron, echando baldazos de aceite a la hoguera, a agravar el estropicio haciendo suyas algunas de las más disparatadas secuelas de la ideología de Mayo del 68 en lo relativo a la educación, como considerar aberrante desaprobar a los malos alumnos, hacerlos repetir el curso, e, incluso, poner calificaciones y establecer un orden de prelación en el rendimiento académico de los estudiantes, pues, haciendo semejantes distingos, se propagaría la nefasta noción de jerarquías, el egoísmo, el individualismo, la negación de la igualdad y el racismo. Es verdad que estos extremos no han llegado a afectar a todos los sectores de la vida escolar, pero una de las perversas consecuencias del triunfo de las ideas -de las diatribas y fantasías- de Mayo del 68 ha sido que a raíz de ello se ha acentuado brutalmente la división de clases a partir de las aulas escolares. La enseñanza pública fue uno de los grandes logros de la Francia democrática, republicana y laica. En sus escuelas y colegios, de muy alto nivel, las oleadas de alumnos gozaban de una igualdad de oportunidades que corregía, en cada nueva generación, las asimetrías y privilegios de familia y clase, abriendo a los niños y jóvenes de los sectores más desfavorecidos el camino del progreso, del éxito profesional y del poder político.

El empobrecimiento y desorden que ha padecido la enseñanza pública, tanto en Francia como en el resto del mundo, ha dado a la enseñanza privada, a la que por razones económicas tiene acceso sólo un sector social minoritario de altos ingresos, y que ha sufrido menos los estragos de la supuesta revolución libertaria, un papel preponderante en la forja de los dirigentes políticos, profesionales y culturales de hoy y del futuro. Nunca tan cierto aquello de "nadie sabe para quién trabaja". Creyendo hacerlo para construir un mundo de veras libre, sin represión, ni enajenación, ni autoritarismo, los filósofos libertarios como Michel Foucault y sus inconscientes discípulos obraron muy acertadamente para que, gracias a la gran revolución educativa que propiciaron, los pobres siguieran pobres, los ricos ricos, y los inveterados dueños del poder siempre con el látigo en las manos.

© Mario Vargas Llosa, 2009.

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 26/07/2009


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jueves, 9 de julio de 2009

Elecciones intermedias 2009 en México

Por: Ivonne Acuña Murillo

Anotaciones
1
Voto nulo, el rechazo ciudadano

Hasta el 7 de julio y de acuerdo con resultados del PREP, el voto nulo en las elecciones intermedias 2009 se colocó, a decir de algunos, como la quinta fuerza política en el país de acuerdo con el número de ciudadan@s que se decidieron por esta opción. En función de los resultados arrojados por la primera Encuesta Nacional Sobre El Sentir Ciudadano –financiada por la Fundación Este País y realizada el mismo día de las elecciones, el voto nulo ha triplicado el porcentaje máximo que había registrado en las últimas elecciones, que había sido de 3.5 por ciento.

Según nota del Periódico El Universal (http://www.eluniversal.com.mx/notas/vi_610378.html), el llamado 'voto blanco' alcanzó el 5.39% de los sufragios, que se traducen en un total de 1 millón 839 mil 971 boletas marcadas, a éstas habrá que añadir 61 mil 618 votos para candidatos no registrados, 0.68 por ciento de la votación general, para un gran total de 1,901,589 votos nulos. Muy por encima de los votos obtenidos por el PT que se quedó con el 3.56% de la votación total, Nueva Alianza con el 3.41%, Convergencia con el 2.36%; y el Social Demócrata con el 1.03%. Por su parte, el Verde Ecologista de México, consiguió el 6.56%. En el Distrito Federal, haciendo gala de una reconocida tradición opositora, l@s electores inutilizaron el 13.29% de sus papeletas electorales, lo que suma 21 mil 265 votos nulos, se afirma en El Universal, o con cerca del 12%, de acuerdo con la encuesta mencionada.

Con estos resultados se puede afirmar que más de un millón novecientos mil ciudadanos, descontando aquellos votos que hayan sido anulados por error, hicieron patente su descontento en contra de los partidos políticos, sus candidatos, resultados y forma de gobernar.

2

Iztapalapa, la necesidad de un líder

El triunfo del candidato del Partido del Trabajo, Rafael Acosta Ángeles, “Juanito” -después del llamado hecho por Andrés Manuel López Obrador para votar por él, con intención de que éste pida licencia y se incorpore como delegada suplente Clara Brugada- no hubiera sido posible sin la enorme base social que López Obrador mantiene a pesar del fraude de 2006 y todos los intentos por denostar su actuación, sumados a los propios errores políticos de éste, como la forma en que fue “comprometido” el mismo Juanito. La existencia de esta base social responde a las enormes necesidades sociales que no han sido atendidas con efectividad por los diversos gobiernos como la pobreza, la desigualdad social, el desempleo, el hambre, etc. De esta manera, gran parte de la población, no sólo en Iztapalapa sino en todo el país, ve en López Obrador al líder, cuyo proyecto, responde a esas necesidades no atendidas. De tal suerte que mientras éstas existan, líderes como López Obrador dan a la gente la esperanza de construir un país donde la exclusión y la desigualdad social no sean la regla.

3

El viejo PRI vuelve como nuevo

En el año 2000 el PRI perdió la presidencia de la República, en el 2006 quedó como tercera fuera política con poco más de 21% de los votos, detrás del PAN y el PRD. En las elecciones intermedias de 2009 se reposiciona como primera fuerza a nivel nacional, seguido por el PAN y el PRD, y con enormes perspectivas de ganar las elecciones presidenciales de 2012, incluso ya tiene prefigurado a su candidato Enrique Peña Nieto. A nivel nacional, de acuerdo con el PREP, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha sumado más de 12 millones 289 mil votos (36.81 por ciento), Acción Nacional (PAN) obtuvo nueve millones 316 mil 684 sufragios (27.91 por ciento) y el de la Revolución Democrática (PRD), cuatro millones 082 mil 469 (12.23 por ciento). El porcentaje logrado por el PRI más el 7.0% del Verde Ecologista de México, partido con el que fue en coalición, le da la mayoría relativa en la Cámara de Diputados.

Durante estos nueve años el PRI ha buscado remozar su imagen como partido de centro-izquierda mientras los otros dos grandes partidos a nivel nacional se debaten entre pleitos internos y descrédito público. Sin embargo, el PRI tiene sus propios escándalos como los vividos por los gobernadores de Puebla y Oaxaca, acusados de brindar protección a redes de pederastas y de ejercer violencia excesiva contra luchadores sociales, entre otras cosas.

Este “nuevo” PRI que ahora se nos presenta como el partido que si “sabe hacer las cosas, que si sabe gobernar, que tiene toda la experiencia”, no puede borrar de su historia el co-gobierno que durante dos sexenios se ha dado entre éste y el PAN; la introducción del modelo económico neoliberal, en el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado -aquel acusado por Carlos Salinas de Gortari, de “envejecimiento inexplicable” y quien afirmó en entrevista con Carmen Aristegui, que “el sistema político para su funcionamiento necesita de la impunidad”-, teniendo como consecuencias: la primacía de la acumulación de capital sobre el bienestar de la gente; la reducción del papel del Estado como institución proveedora de bienestar social y la consecuente disminución del gasto social y el surgimiento de la ‘sub-clase’ (trabajadores precarios, desempleados y gente con escasas o nulas prestaciones sociales); el rompimiento del acuerdo social inter-clases dejando todo al mercado; la mercantilización (privatización) de los derechos sociales; la precarización de las condiciones de trabajo; el derrumbe de la condición salarial; la renuncia a mejorar la redistribución de la riqueza, la renta, el trabajo, el salario; la creación de un mercado expulsor y precarizador de mano de obra; y finalmente, la renuncia a minimizar los efectos negativos del mercado, dejando todo a la competencia.

A lo anterior habrá que agregar las viejas prácticas corporativo-clientelares refuncionalizadas en razón de los nuevos pesos y contrapesos; las alianzas con partidos, como el Verde Ecologista de México, acusado de ser un partido familiar que vive del presupuesto; el PANAL de Elba Esther Gordillo, partido salido de uno de los sindicatos más “disciplinados” y poderosos de América Latina, mismo que la “maestra” comanda y pone a disposición del mejor postor sobre todo en tiempo de elecciones; con poderes fácticos como el de las televisoras, Televisa y TVAzteca para, contraviniendo la legislación electoral, posicionar a sus candidatos en los medios, en especial a Enrique Peña Nieto, a partir de un proceso de "spotización", que suple de manera negativa el debate y la confrontación de ideas, y de paso evidencia la incapacidad del IFE para evitar los excesos cometidos por éstas.
Este es el “viejo” PRI que está como “nuevo” para reconquistar aquello que perdió.

4

El triunfo del PRI debilita a Felipe Calderón


El domingo, el PAN perdió 63 curules para quedarse con 143, de 206 diputados federales que tenía; se trata de una caída de 31 por ciento. Mayor a la ocurrida durante el sexenio de Vicente Fox Quesada que fue de 27%: de 206 diputados que obtuvo el PAN en 2000, pasaron a 151 en la elección intermedia de 2003, una pérdida de 55 legisladores.

La victoria del PRI sobre el partido de Felipe Calderón Hinojosa deja a éste debilitado y lo obliga, hoy más que nunca, a buscar alianzas con el primero, pues no cuenta con los votos necesarios para sacar adelante su agenda legislativa en los siguientes tres años. Como en el sexenio de Vicente Fox Quesada, Calderón enfrenta la situación de un gobierno dividido al no tener mayoría en ninguna de las dos cámaras del Congreso. El riesgo evidente, en este caso, es la parálisis gubernamental si el PRI, acompañado por el PVEM, decide bloquear las iniciativas que vengan del ejecutivo o, en su caso, imponer las propias.

Existe por supuesto la posibilidad de que ambos decidan colaborar en el contexto de una tensa relación con vistas a las elecciones presidenciales del 2012, en la que cada uno intentará ganar presencia a costa del otro y achacar los fracasos derivados del modelo económico impuesto por ambos a su adversario. Aquí podría funcionar, como en otros tiempos, el intercambio de “favores”.

Igualmente, puede ocurrir que uno ceda frente al otro, más probablemente el presidente frente al PRI, a menos que tenga un as bajo la manga y pueda ofrecer algo valioso al PRI o en su defecto coaccionarlo para que lo deje gobernar.

Una cuarta opción sería una combinación de las tres anteriores y su aplicación diferenciada dependiendo del contexto y el asunto a negociar.

Pero, sea cual fuere la estrategia de acción que decidan seguir el Ejecutivo y el PRI los siguientes tres años serán difíciles, políticamente hablando, para el país en su conjunto, dado que lo que se juega en el 2012 es el mantenimiento de la presidencia, por parte del PAN o la vuelta a ésta, por parte del PRI.

En este contexto, el fracaso del PRD debido a sus problemas internos y la inminente ruptura entre las dos corrientes más fuertes: Nueva izquierda, liderada por Jesús Ortega y Jesús Zambrano, “los Chuchos”, e Izquierda unida, liderada por Andrés Manuel López Obrador, suponen el establecimiento de un bipartidismo de centro- derecha (PRI – PAN), al menos hasta que la izquierda logré reconstituirse en un nuevo partido y ofrezca a la ciudadanía una tercera opción que enfrente a las otras dos fuerzas políticas con un proyecto alternativo de nación, tarea titánica para lograrse en sólo tres años.