domingo, 10 de abril de 2011

!!!!!ESTAMOS HASTA LA MADRE¡¡¡¡¡

Fue el grito que unió a miles de manifestantes, este 6 de abril, en ciudades de México como Cuernavaca, el Distrito Federal, Toluca, Guadalajara, Guanajuato y Xalapa; y en países como España, Francia, Dinamarca y Estados Unidos, ante la guerra fraticida que el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa ha iniciado en contra del narcotráfico y la delincuencia organizada, la cual ha tenido como resultado cerca de 40,000 personas muertas. Se espera que finalice su sexenio con más de 50 mil “efectos colaterales”. La marcha se realizó gracias al llamado del escritor y poeta Javier Sicilia, a unos días del asesinato de su hijo Juan Francisco Sicilia de 24 años, y de sus amigos Julio César Romero Jaime, de 20, Luis Antonio Romero Jaime, de 24, y de Jaime Gabriel Alejo Cadena, de 25, además de Álvaro Jaime Avelar, de 44, tío de Julio César y Luis Antonio y María del Socorro Estrada, de 44 años, empleada de un hotel y habitante de Temixco, finalmente un hombre no identificado de 47 años. Sus nombres no sólo hacen referencia a personas sino a familias destruidas. La muerte de estos jóvenes es sólo una pequeña muestra de lo que está pasando en nuestro país debido a una guerra mal planteada, en la que miles de mujeres, hombres, jóvenes, niños, niñas, ancianos, ancianas están siendo impunemente asesinados y cientos de miles de personas han abandonado sus hogares por miedo a la violencia de delincuentes, policías y militares, se calcula que cerca de 5 millones de casas han sido abandonadas por sus habitantes, por mencionar sólo los dos efectos más visibles de esta sangrienta lucha. ¿Qué más tiene que pasar para que comencemos a indignarnos, a protestar, a exigir al gobierno que cese esta absurda lucha que sólo está llevando al país hacia el desastre, la muerte, el odio, el fraticidio? La carta abierta que Sicilia dirigió a los políticos y los criminales recoge de manera directa, sobrecogedora, conmovedora el enojo, la indignación, el miedo, la rabia, el hartazgo con los que millones de personas vemos como nuestro país se desmorona ante la mirada indiferente de los políticos que nos deben no sólo una explicación, sino una solución pronta y efectiva ante la magnitud de los problemas que su ambición, complicidad, corrupción, ineficiencia e ineptitud han provocado.

En algunas de las pancartas de la marcha podía leerse:

“Estamos hasta la madre de tantas muertes de niños inocentes”,
“Quiero caminar sin miedo”
“Ni un muerto más”
“Ni una muerta más”
“Felipe Calderón no masacres a tu pueblo”

"CARTA ABIERTA A POLÍTICOS Y CRIMINALES"

De: Javier Sicilia

MÉXICO, DF., 3 de abril.- El brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco, de Julio César Romero Jaime, de Luis Antonio Romero Jaime y de Gabriel Anejo Escalera, se suma a los de tantos otros muchachos y muchachas que han sido igualmente asesinados a lo largo y ancho del país a causa no sólo de la guerra desatada por el gobierno de Calderón contra el crimen organizado, sino del pudrimiento del corazón que se ha apoderado de la mal llamada clase política y de la clase criminal, que ha roto sus códigos de honor.

No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo, para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado. Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, repito, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre

Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente; estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinados sino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia; estamos hasta la madre porque a causa de todo ello la ciudadanía ha perdido confianza en sus gobernantes, en sus policías, en su Ejército, y tiene miedo y dolor; estamos hasta la madre porque lo único que les importa, además de un poder impotente que sólo sirve para administrar la desgracia, es el dinero, el fomento de la competencia, de su pinche “competitividad” y del consumo desmesurado, que son otros nombres de la violencia. 

De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido. 

Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar. Se han vuelto cobardes como los miserables Sonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes. Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil. Estamos hasta la madre porque en su afán de poder y de enriquecimiento humillan a nuestros hijos y los destrozan y producen miedo y espanto.

Ustedes, “señores” políticos, y ustedes, “señores” criminales –lo entrecomillo porque ese epíteto se otorga sólo a la gente honorable–, están con sus omisiones, sus pleitos y sus actos envileciendo a la nación. La muerte de mi hijo Juan Francisco ha levantado la solidaridad y el grito de indignación –que mi familia y yo agradecemos desde el fondo de nuestros corazones– de la ciudadanía y de los medios. Esa indignación vuelve de nuevo a poner ante nuestros oídos esa acertadísima frase que Martí dirigió a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Al volverla a poner ante nuestros oídos –después de los miles de cadáveres anónimos y no anónimos que llevamos a nuestras espaldas, es decir, de tantos inocentes asesinados y envilecidos–, esa frase debe ir acompañada de grandes movilizaciones ciudadanas que los obliguen, en estos momentos de emergencia nacional, a unirse para crear una agenda que unifique a la nación y cree un estado de gobernabilidad real. Las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una marcha nacional el miércoles 6 de abril que saldrá a las 5:00 PM del monumento de la Paloma de la Paz para llegar hasta el Palacio de Gobierno, exigiendo justicia y paz. Si los ciudadanos no nos unimos a ella y la reproducimos constantemente en todas las ciudades, en todos los municipios o delegaciones del país, si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, “señores” políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, “señores” criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generado nos llevará a un camino de horror sin retorno. Si ustedes, “señores” políticos, no gobiernan bien y no toman en serio que vivimos un estado de emergencia nacional que requiere su unidad, y ustedes, “señores” criminales, no limitan sus acciones, terminarán por triunfar y tener el poder, pero gobernarán o reinarán sobre un montón de osarios y de seres amedrentados y destruidos en su alma. Un sueño que ninguno de nosotros les envidia. 

No hay vida, escribía Albert Camus, sin persuasión y sin paz, y la historia del México de hoy sólo conoce la intimidación, el sufrimiento, la desconfianza y el temor de que un día otro hijo o hija de alguna otra familia sea envilecido y masacrado, sólo conoce que lo que ustedes nos piden es que la muerte, como ya está sucediendo hoy, se convierta en un asunto de estadística y de administración al que todos debemos acostumbrarnos. 

Porque no queremos eso, el próximo miércoles saldremos a la calle; porque no queremos un muchacho más, un hijo nuestro, asesinado, las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una unidad nacional ciudadana que debemos mantener viva para romper el miedo y el aislamiento que la incapacidad de ustedes, “señores” políticos, y la crueldad de ustedes, “señores” criminales, nos quieren meter en el cuerpo y en el alma.

Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”. Hoy, después de tantos crímenes soportados, cuando el cuerpo destrozado de mi hijo y de sus amigos ha hecho movilizarse de nuevo a la ciudadanía y a los medios, debemos hablar con nuestros cuerpos, con nuestro caminar, con nuestro grito de indignación para que los versos de Brecht no se hagan una realidad en nuestro país. 

Además opino que hay que devolverle la dignidad a esta nación.

Revista Proceso



“Javier Sicilia. Provocación de la esperanza”

Por: Jorge E. Traslosheros

Dicen que la fe mueve montañas. La verdad es que hace algo mucho más difícil, nos mueve a la esperanza. Javier Sicilia es ejemplo vivo y contagioso. Javier es un poeta que, incluso cuando afirma que la palabra guardará silencio, hace poesía.

Desde el silencio del Sábado Santo, como él le ha llamado, nos provoca, nos propone una paternidad compartida sobre nuestros jóvenes, lo que sólo puede suceder si somos capaces de mirarnos a los ojos y reconocernos como miembros de una sola familia.

La paternidad compartida es posible por nuestra condición de hermanos e hijos. Javier nos propone renovar nuestra alianza original, que es muy del gusto de Dios, de este Dios íntimo revestido de poesía (como dice Javier) y que, en cada alianza cotidiana, hace crecer la familia hasta abrazarnos a todos y cada uno de nosotros.

Javier nos invita a mirarnos en silencio, reconocernos, emparentarnos y así, calladita, dejar que nazca la certeza de que la vida es sagrada, que para formar parte de esta familia basta con existir. Así, del silencio y nuestras miradas, brotarán tres palabras: ¡Ni uno más! Un breve poema exultante de vida. Es así que podemos afirmar:

Nunca más un hijo muerto por la violencia del crimen, un hermano criminalizado por las autoridades. Ni uno más.

Nunca más un hermano asesinado lentamente por las drogas, engrosando la cuenta de estas víctimas que ya nadie cuenta, muertos de soledad y olvido. Ni uno más.

Nunca más un soldado muerto, un policía, un guardia de seguridad, porque ellos también se mueren aunque nadie parezca darse cuenta. Ni uno más, porque también son nuestros hijos y hermanos.

Nunca más un hijo, un hermano, con el alma amputada para convertirse en sicario, en narcotraficante, secuestrador, cobrador de derechos, padrote, administrador, narcomenudista. Ni uno más.

Nunca más una víctima del tráfico de seres humanos, vendidos, esclavizados, heridos, prostituidos. Ni uno más.

Nunca más uno de nuestros hijos muerto en el seno materno, sacrificado en el altar de la corrección política, en cuya muerte se muere la esperanza de una madre. Nunca más, porque los dos merecen vida en abundancia, no la muerte, no la herida, no el olvido. Ni uno más, porque nuestra pertenencia a esta familia no depende de nuestro tamaño.

Ni uno más de nosotros cruzado de brazos, con el rostro oculto, sumidos en el silencio, muertos en vida, muertos de miedo. Nunca más.

Diario la Razón de México


Ofelia Medina


Daniel Giménez Cacho