viernes, 3 de septiembre de 2010

2010, ¿UN AÑO PARA CELEBRAR?

Por: Ivonne Acuña Murillo

El día de ayer (2 de septiembre) será más recordado por la muerte de Germán Dehesa, que por el simulacro de informe encabezado por Felipe Calderón Hinojosa, ¿presidente de México? (el 1o. de septiembre), en cuyo discurso aparece reiteradamente un país cualitativamente diferente al que vivenciamos cotidianamente millones de personas. De nuevo su vuelta al pasado, su entusiasmo en torno al bicentenario y el centenario le permiten evadir la cruda realidad que enfrenta el país y su responsabilidad como ¿gobernante?

A 12 días de que en México se cumplan 200 años del inicio de la Independencia y 100 años de la Revolución es poco lo que hay celebrar ante la incertidumbre y la zozobra de un futuro incierto. Si hoy debemos mirar hacia el pasado habrá que recordar también que algunas de las condiciones dadas antes de la gesta de Independencia y de la Revolución Mexicana de nuevo están presentes, aunque en un contexto histórico cualitativamente diferente, más complejo diría yo. La desigualdad derivada por una enorme generación social de riqueza, gracias al trabajo de los y las que tienen la fortuna de contar con un empleo, y su acumulación privada por parte de las personas más ricas en este país, un buen ejemplo lo tenemos en Carlos Slim cuya fortuna para marzo de este año era calculada en 53 mil 500 millones de dólares; el aumento no sólo en el número de pobres (según datos de CONEVAL en 2008 se calculaba la existencia de 82 millones de mexican@s que sufrían algún tipo de pobreza) sino en la profundización de su condición de indefensión ante el abandono por parte del Estado de su compromiso con los más necesitados, a menos de una política social residual encaminada no a resolver el problema sino a tratar de evitar estallidos violentos; el desempleo de millones de personas y la explotación del trabajo; un alza importante en los impuestos; un claro deterioro del nivel de vida tanto de la clase media como de las clases populares; el agravio, el desencanto, la desilusión, el desánimo provocados por la falta de opciones de futuro, por la ausencia de un gobierno interesado en mejorar las condiciones de vida de las grandes mayorías y su inclinación por favorecer a los ya de por sí privilegiados sectores más favorecidos (al estilo de Don Porfirio para volver a la historia).

A esto habrá que sumar la precarización de las condiciones del trabajo, la existencia de más de 7 millones de “ni-nis”, jóvenes que ni estudian ni trabajan, unos por decisión propia en función de la escasa correspondencia entre nivel de estudios, salarios y clase de empleo, y otros por la falta de oportunidades para hacerlo; la violencia, más de 28,000 muertos, de los cuales más de 5,000 son “efectos colaterales”; la delincuencia organizada; el narcotráfico; el aumento en el número y tipo de delitos, por ejemplo, la trata de personas, principalmente mujeres jóvenes, niñas y niños; la posición de las élites política y económica que llamándose “nacionales” se han entregado a los intereses de grandes corporativos transnacionales y de los suyos propios; la aparición de nuevos poderes fácticos con los que el gobierno, dada la debilidad de la presidencia y la desestructuración incompleta de lo que hoy podríamos llamar de nuevo el “viejo régimen”, debe negociar y de hecho negocia para que “le dejen” ¿gobernar?

En fin, quede aquí el recuento de los horrores, para decir que 2010 será un año recordado no sólo por un optimismo presidencial desbordado y casi cínico; por los cien y doscientos años del inicio de procesos históricos después de los cuales el país se encuentra ante una nueva encrucijada: autoritarismo y vuelta al pasado o revuelta social con un costo humano incalculable, incluso una combinación de ambas; sino por la muerte de tres ilustres y comprometidos mexicanos cuyo amor por México no quedó en una falsa construcción discursiva, sino que tuvo en los hechos muestras reiteradas y que nos dejan con la ausencia de sus voces claras, críticas, ácidas, sarcásticas, apasionadas, amantes, me refiero a: Carlos Montemayor, Carlos Monsiváis y Germán Dehesa.





No me queda más que tratar de ser un poco menos fatalista y citar a Antonio Gramsci aludiendo al “pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad” y llamar a todas y todos a hacer, desde su ámbito, lo necesario para que junt@s construyamos una tercera opción.

NOTA: SIENDO UN POCO POSITIVA Y BUSCANDO DENTRO DE MÍ LA RAZON DEL DESCENSO PROFUNDO DE NUESTRO NIVEL Y CALIDAD DE VIDA, LLEGUÉ A LA CONCLUSIÓN DE QUE FCH QUISO HACERNOS SENTIR COMO HACE CIEN Y DOSCIENTOS AÑOS PARA PODER "(RE)VIVIR" LA HISTORIA. ESO SÓLO PUEDE SER PRODUCTO DE LA MENTE PRECLARA DE UN GRAN ESTADISTA. AHORA SI PODRÉ DISFRUTAR LOS FESTEJOS DEL CENTENARIO Y EL BICENTENARIO Y NO CRITICARÉ LOS EXCESIVOS GASTOS EN QUE HA INCURRIDO EL GOBIERNO PARA ¡HACERNOS FELICES! ¡VIVA MEXICO HIJOS DE HIDALGO, MORELOS, VILLA Y ZAPATA! SI SE OBSERVA CON ATENCIÓN NO HAY UNA MADRE DE POR MEDIO.

Llegó a mi correo la carta que una querida amiga le dedica a Germán Dehesa, espero no se moleste por incluirla en este espacio pero me pareció un sentido homenaje de una asidua lectora.

Querido German Dehesa:

¿No que andabas de puntitas para que esa terrible enfermedad no se diera cuenta que estabas vivo? ¿No sabías que tantos como yo te necesitábamos aquí? ¿Qué voy a hacer sin tu Columna del Angel?

Lo he lamentado muchísimo, te he recordado ayer y hoy más que siempre a la luz de una vela y el aroma de un incienso que encendí en tu memoria, te he admirado desde que te descubrí en mi vida, te quiero aún sin llegar a conocerte, te ví en tu Planta de Luz junto a tu bien amada Adriana Landeros, te admiré por el amor infinito a tu Bucles, te querré y recordaré mientras viva, pues acompañaste muchos de mis momentos de soledad y me hiciste reir como nadie.

Estoy muy, muy triste con la partida de nuestro querido Germán Dehesa, una de las mentes más brillantes que ha tenido este país, sin la gloria que otros, sin merecerlo, gozan por estar cerca del poder vil y rastrero.

Leticia Muñoz