domingo, 18 de diciembre de 2011

CARTA DIRIGIDA POR EL DR. HÉCTOR ZAGAL A ENRIQUE PEÑA NIETO

Credencial de elector platino VIP

Estimado Enrique Peña Nieto:
No te hará ninguna ilusión leer estas líneas, pero intuyo que lo harás. La carta que escribí a Paulina causó gran revuelo. Estoy tan sorprendido como tú. Durante estos días le he dado muchas vueltas al hecho. ¿Por qué llamó la atención de tantas personas? ¿A qué atribuyes la difusión?
Aventuro una explicación sencilla, verosímil. Los mexicanos estamos hasta las narices de la arrogancia de los poderosos y, especialmente, del egoísmo de los políticos. La reacción de las redes sociales fue espontánea. ¿Te lo ha comentado tu equipo? En serio, los mexicanos, “la prole”, estamos muy enojados. Y esto no se arregla con spots ni con promesas de campaña.
Hace unos días charlé con un muchacho que repartía volantes a las afueras de un lugar frecuentado por gente pudiente. Tras un rato de conversación, el chico se sinceró conmigo: “¿Por qué los ricos nos odian tanto?”. No supe que contestarle. La clase alta mexicana (y también  la clase media) maltratamos y explotamos a los menos afortunados. ¿Qué le hubieras respondido tú? Al menos en mi caso, es verdad; alguna vez he abusado de las personas con menores ingresos, alguna vez los he tratado con desdén. Lo lamento mucho. Les pido disculpas.
Por cierto, me han descalificado llamándome “resentido social”. También eso es verdad. Junto con otros mexicanos, estoy resentido con los políticos. Prometo comentarlo con el psiquiatra. Pero dejemos a un lado mis complejos. Centrémonos en lo importante, la injusticia social: los desnutridos, los desempleados, los enfermos maltratados, las víctimas de los delincuentes (y de los policías), los discriminados. ¿Qué han hecho por ellos los políticos y  potentados?  ¿No son tu culpa? Comenzamos mal si ya, antes de la campaña, no asumes tu parte de responsabilidad.
La situación del país es grave. Pasea por Santa Fe en el DF. Este barrio simboliza la ignominiosa burbuja color de rosa. ¿No te ofenden los contrastes entre sus barrancas y sus rascacielos? Los ejemplos de este tipo abundan en el país. Es increíble que en Quintana Roo convivan hoteles suntuosos con regiones miserables.  ¿Dónde va a parar la riqueza que producen los jardineros, las recamareras, los meseros? ¿Y qué decir de los estados maquiladores del norte? Muchas mujeres trabajan acosadas por la violencia, en condiciones durísimas, en fábricas dignas de una novela de Dickens o de Zola
México: un país rico con millones de pobres y gobernado  por semidioses. ¡Ah!, ¡nuestra clase gobernante!, residentes del Olimpo. Los políticos mexicanos gozan de privilegios faraónicos y lujos versallescos. ¿Cuántos empleados tienes a tu servicio?
He conocido a políticos europeos, amenazados por el terrorismo, con menos guardaespaldas que la alta burocracia mexicana. Y no estoy hablando de funcionarios involucrados en el combate a los criminales, sino de burócratas de escritorio. La comitiva de casi cualquier gobernador o secretario supera en número al séquito del rey de Suecia
Para colmo, los privilegios de los políticos se extienden, frecuentemente, a sus familiares inmediatos. ¿Miento?
Cada uno puede hacer con su dinero lo que se le antoje. Sin embargo, el bienestar de ustedes, la clase política, se levanta sobre los hombros de “la prole”.  ¿Quién paga los privilegios de los políticos y los partidos? Las obreras de Ciudad Juárez, los campesinos de Zacatecas, los empleados de Ecatepec,  los indígenas de Chiapas y Yucatán, los pescadores de Yucatán, los diez millones de mexicanos que mandan dólares desde Estados Unidos. Ellos mantienen a la aristocracia política. 
Personalmente, no puedo quejarme. Vivo con relativa holgura gracias a mi empleo. Lamentablemente, tú y yo somos la excepción. Millones de mexicanos honrados se parten el lomo día a día y no ganan lo suficiente.
Mira, no le demos más vueltas. Es injusto que los políticos mexicanos vivan en un país distinto, un país color de rosa. Ustedes viajan en helicópteros y aviones privados, mandan a su personal de “avanzada” para cerciorarse de que sus reservaciones en los restaurantes estén en orden, utilizan teléfonos celulares sin preocuparse por las cuentas, se transportan en camionetas de lujo,  llegan a los aeropuertos por salas especiales. Los políticos mexicanos son ciudadanos VIP.
Han dicho que las críticas a tus tropiezos son fruto de la envidia. Puede ser. ¿Te parece raro que “la prole” envide la credencial de elector platino VIP de los políticos mexicanos?
No quiero terminar sin  recomendarte una novela, La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. Ojalá te conmueva.  
Héctor Zagal
p. s. La semana próxima le escribiré a tu colega Josefina (para que no te lo tomes personal, la cosa va pareja).

Lunes 12 de diciembre de 2011


La carta del mismo Hértoc Zagal a la hija de Peña Nieto está en la entrada de abajo.

CARTA DIRIGIDA POR EL DR. HÉCTOR ZAGAL A LA HIJA DE ENRIQUE PEÑA NIETO

Querida Paulina Peña Pretelini

No tengo el gusto de conocerte personalmente. No sé cómo eres, desconozco tus cualidades, tus aficiones, tus intereses. Entiendo tu molestia al escuchar las críticas a tu padre, Enrique Peña Nieto. Son gajes del oficio. Deberás irte acostumbrando a los ataques contra él. En una democracia, la crítica es un ejercicio fundamental. Tu padre es una figura pública y, por ende, sus actos serán juzgados con rigor. “¿Por qué son tan duros con él?”, te preguntarás. Bueno, los funcionarios públicos ganan mucho dinero. Hay miles de personas dispuestas a sufrir críticas y cuestionamientos con tal de figurar en la nómina oficial. El sueldo bien vale esos golpes. ¿No?
Pero no es de tu padre de quien quiero hablar, sino de ti. ¿Te confieso algo? Me aterra que hayas utilizado la expresión “hijos de la prole” como un insulto. Insisto, es disculpable que te enfades por la burla hacia tu padre. No me asustaría que los llamaras “babosos”, “tontos”. Es más, no me preocupa el que nos hayas llamado “pendejos”. En cambio, no se puede excusar tu menosprecio a los hijos de los trabajadores, de los obreros.
¿Oíste del escándalo de las Ladies de Polanco? Descalificaron a un policía llamándolo “asalariado”. Algo similar hiciste tú: descalificas a la mitad del país por su condición social. ¿Qué tiene de malo ser hijo de un obrero? Sabes, yo soy nieto de un minero, un proletario. No me da vergüenza decirlo. ¿Te avergonzarías de tu padre si fuese un vendedor de tamales o un plomero?
Tu padre, que ha leído la Biblia, te puede recordar una frase de Jesús en el Evangelio: “De la abundancia del corazón, hablará la boca”. Sin pretenderlo, con tus palabras has revelado tu clasismo. Desprecias el trabajo manual. Minusvaloras a quienes se mantienen con su esfuerzo. ¡Qué tristeza que así piense la hija de un candidato presidencial!
“Hijos de la prole” son, en efecto, quienes estudiaron en escuelas públicas, quienes utilizan el metro, quienes no comen cortes argentinos ni quesos españoles, quienes no utilizan zapatos de miles de pesos, quienes no se atienden en el hospital ABC, quienes no viajan en helicóptero. Los hijos de la prole, por el contrario, deben de hacer largas horas de filas en las clínicas del seguro social, deben de comer carbohidratos (tortillas), deben de estudiar en salones sin computadoras, deben de apretujarse en los transportes públicos. Los hijos de la prole, querida Paulina, ganan en un año lo que tu padre gana en una semana.
Cuando leas estas líneas haz el siguiente ejercicio. Revisa lo que llevas puesto encima: perfume, cremas, desodorante, ropa, zapatos, celulares, aretes. Suma el total.  ¿Sabes que traes encima más de lo que una indígena gana durante un año de trabajo duro?
Paulina, me da terror que pienses así. Tu lapsus reveló tu “realidad”: vives en una burbuja color de rosa. “Hijos de la prole” no es un insulto, sino un título honorable. Este país, que tu padre aspira a gobernar, depende de los obreros, de los campesinos, de los empleados, depende de esas personas a quienes menosprecias.
Ojalá este gravísimo desliz, no sea fruto de la educación que recibiste en casa. Ojalá y sea culpa tuya, fruto de tu arrogancia (tan propia, eso sí, de la clase alta mexicana). ¿Qué será de México si lo llega a gobernar una persona que desprecia al proletariado?
Mira Paulina, me parece que por tu bien, debes inscribirte en una escuela pública, reducir tu escolta al mínimo, tomar el metro en horas pico, y ponerte a trabajar. Por si no lo sabes, muchos de los “hijos de la prole” se pagan sus estudios con su trabajo: los hay campesinos, vendedores, obreros. Algunos trabajan desde niños (ojalá no fuese así, dicho sea de paso).
Paulina, has puesto en riesgo el futuro político de tu padre. Pero lo que es más grave: si los jóvenes pudientes de México piensan como tú, ponen en peligro en riesgo el futuro de México.
(Martes 6 de diciembre de 2011)