lunes, 13 de diciembre de 2010

BITACORA DE UN ESTADO FALLIDO

En la columna de Sergio Aguayo se lee:

Don Alejo Garza era un ganadero en Tamaulipas. Los llamados Zetas le exigieron su rancho; se negó y prefirió morir defendiendo lo suyo. Él solo  enfrentó a 30 sicarios, mató a cuatro e hirió a dos antes de exhalar el último suspiro. Su gesta cautivó al país y al mundo durante varios días porque toca la esencia del Estado. Dicen los clásicos de la ciencia política que en el pacto social los gobernados aceptan someterse a los gobernantes porque éstos proporcionan seguridad. ¿Cumple el gigantesco aparato estatal mexicano con ese requisito mínimo? Don Alejo obsequió a las autoridades una oportunidad para lanzar un mensaje coherente, convincente, cartesiano que combatiera la tentación ciudadana de armarse para enfrentar la barbarie.


UNA MUERTE MAS, LA DE MARISELA ESCOBEDO , QUIEN LUCHABA PARA QUE SE CASTIGARA AL ASESINO CONFESO  DE SU HIJA


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