martes, 12 de junio de 2012

“SEIS AÑOS DESPUÉS SE REEDITA LA GUERRA SUCIA"


Por: Ivonne Acuña Murillo




A seis años de las elecciones presidenciales de 2006, se reedita la guerra sucia en contra de Andrés Manuel López Obrador. Los mismos métodos, los mismos personajes. Baste recordar que uno de los artífices de la campaña negra fue Juan Ignacio Zavala, hermano de Margarita Zavala, esposa de Felipe Calderón y que su otro hermano Diego Zavala es dueño de la empresa Hildebrando que en el 2006 proporcionó al IFE el software para la elaboración de la versión computarizada de la base de datos del Padrón Electoral y para el conteo de los votos. No hay que olvidar además que Felipe Calderón Hinojosa era, al momento de las elecciones, padrino de bodas de Luis Carlos Ugalde, presidente del IFE. Por su parte, Juan Ignacio acaba de ser nombrado vocero de la campaña de Josefina Vázquez Mota, justo en el momento que la candidata del PAN pasa del exceso de miel en sus discursos a la descalificación y el ataque frontal, incluso su equipo de campaña se atrevió a editar un discurso que AMLO pronunció en su reunión en Tlatelolco con estudiantes de diversas universidades, donde afirma que la armada no es la vía, para hacerlo decir justo lo contrario[1], falseando deliberadamente la verdad. A esto se suman la absurda declaración de Ernesto Cordero, ex candidato a candidato por el PAN, en torno a que el ascenso de López Obrador en la encuesta del Diario Reforma provocó la devaluación del peso mexicano, lo cual ya fue desmentido por diversos economistas, nacionales y extranjeros, que sostienen que dicha afirmación es insostenible; y los ataques del PRI y Enrique Peña Nieto y sus intentos por encontrar argumentos y acusaciones que ensucien la imagen del candidato de las izquierdas y lo coloquen de nuevo como “un peligro para México”.
Los expertos en campañas electorales aconsejan al candidato puntero, cuando su ventaja sobre el segundo lugar es considerable, mantenerse al margen de descalificaciones y ataques y que se concentre en dar a conocer sus propuestas de gobierno. Si éstas son lecciones de libro y si la mayoría de las encuestas le dan a EPN una supuesta ventaja que va de los 14 a los 20 puntos sobre AMLO, cabe preguntarse ¿Qué interés puede tener el puntero, cuya ventaja sería ya inalcanzable, para tomarse la molestia de orquestar una campaña negra en contra de un tan lejano segundo lugar? ¿Por qué de pronto, después de que incluso los “intelectuales” de Tercer Grado, programa estelar de Televisa, reconocieron en López Obrador ciertas “prendas” como su honradez, consistencia política, honestidad, etc. [2], ahora de nuevo vuelve a ser para esta televisora y los grupos políticos y económicos ligados a ella, un peligro ya no para México sino para sus propios intereses?
Por lo menos, habría tres posibles respuestas: 1. El candidato que aventaja en las encuestas y su equipo de campaña se equivocan al perder su tiempo en atacar a un remoto segundo lugar. 2. Los datos proporcionados por los principales encuestadores son menos que imprecisos y se equivocan al colocar al segundo lugar tan lejos del primero, dando la razón a la encuesta del Periódico Reforma[3], que colocó a AMLO a 4 puntos de EPN. 3. Las encuestas mandadas a hacer por el puntero y su partido les advierten que el supuesto segundo lugar ya no es tal y que está a punto de alcanzar, incluso rebasar, a su candidato en las preferencias de la ciudadanía. En este caso, es interesante observar como la misma JVM, que afirma estar en empate técnico con AMLO, se lanza ferozmente a denostar al candidato de las izquierdas, en lugar de sólo ocuparse del declarado puntero. ¿Es acaso que sus encuestas le indican que ya cayó al tercer lugar y que si no hace algo extraordinario no podrá ya salir de ahí?
Si la lógica no miente y si la evidencia fáctica  -el enorme sentimiento anti-Peña que se ha  desencadenado o hecho evidente, a partir del ahora llamado “Viernes negro”, o M-11 (mayo 11) en la Ibero-, tampoco lo hace, la tercera es la respuesta más consecuente con un análisis serio del contexto político actual.
Pero, el ataque a López Obrador no es sólo obra de la casualidad ni de una coyuntura electoral, ni  siquiera es personal, es algo mucho más profundo, forma parte de la oculta intención de las élites en México, y fuera de él, para no dejar llegar a la Presidencia de la República a un candidato de izquierda, pero sobre todo a uno que se ha opuesto abiertamente a las prácticas corruptas, antipatriotas y absolutamente inequitativas de un grupo de personas que han hecho de los recursos que a tod@s pertenecen botín de unos cuantos. Esta situación no es menor toda vez que supone que las necesidades, problemas, demandas, incluso el presente y el futuro de millones de personas en este país han sido subordinados a los intereses de una élite nacional-mundial, ligada directamente a los grandes corporativos, que ha llevado a sus últimas consecuencias la lógica del nuevo capitalismo que supone la búsqueda de ganancias  a cualquier precio, convirtiendo incluso a todo tipo de vida: humana, animal, vegetal, mineral, en una mercancía susceptible de ser vendida, comprada, marcada, traficada, asesinada[4]. Más aún, aquellos seres humanos que no producen algún tipo de ganancia con su trabajo “libre” o que no son captados por los grupos delincuenciales que los someten a explotación forzada (sexual o laboral), son absolutamente excluidos del circuito capitalista y se les deja morir por omisión. Condenados a su suerte, millones de personas en México y el mundo mueren de hambre ante nuestra mirada indiferente; otros tantos llevan una vida miserable, sumidos en una horrible pobreza, mientras que los que logran escapar de esa dura realidad enfrentan día con día el riesgo del empobrecimiento, la inseguridad y la violencia generadas por una enorme desigualdad social. “El orden del mundo capitalista actual, no sólo es asesino porque mata, sino que también es absurdo, porque mata y mata sin necesidad”[5].
Es así que en estas elecciones se enfrentan claramente dos proyectos: el neoliberal, que es el que ha estado en funcionamiento de 1982 a la fecha (con los gobiernos del PRI y el PAN) y que tiene en el fondo esa lógica capitalista mencionada arriba; y un segundo proyecto, a partir del cual se busca reducir la enorme brecha de desigualdad que pone a México al borde de un conflicto social de grandes magnitudes. En este contexto, la guerra sucia en contra del candidato de las izquierdas forma parte de una bien estructurada estrategia a partir de la cual se pretenden mantener las condiciones necesarias para continuar con la maximización de las exorbitantes ganancias económicas del 1% de la población. Para lograrlo han reactivado algo que Michael Foucault denominó “dispositivo de poder” y que en corto se entiende como un conjunto de discursos, instituciones, disposiciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos; proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas, en síntesis, tanto lo dicho como lo no dicho;  una especie de formación que, en un momento histórico dado, ha tenido como función principal la de responder a una urgencia. “El dispositivo tiene pues una función estratégica dominante”[6], para mantener un cierto orden de cosas.  
En el caso aquí expuesto, este dispositivo se compone de los discursos desarrollados en spots, comentarios en prensa escrita, programas de radio y televisión, primeras planas en periódicos con información falseada, mensajes en redes sociales como Facebook y Twitter; opiniones vertidas en programas de análisis político donde se sostiene en contra de toda evidencia fáctica que EPN sigue siendo el candidato con la ventaja mayor sobre sus contendientes con la intención de influir sobre las percepciones de los sujetos a partir de sostener ideas recurrentes y sembrar en la ciudadanía la certeza de que la elección del próximo presidente de la República ya está resuelta, intentando persuadirlos para votar por “el ganador” o no votar cuando el razonamiento lógico sería “para qué voto si ya se sabe quién va a ganar y no hay nada que yo pueda hacer para cambiar las cosas”, el famoso sentimiento de inevitabilidad[7]. En este sentido las encuestas, que también juegan en la elección, abonan a fortalecer este sentimiento. A esto agregan, a partir de supuestos análisis imparciales, una afirmación: si AMLO gana no habrá protestas, pero si pierde, como no es un buen perdedor ni un buen demócrata con toda seguridad afirmará que se le hizo fraude. Con esto pretenden descalificarlo y quitarle de antemano los argumentos que le permitan defenderse en caso de que un nuevo fraude electoral tenga lugar[8].
La manipulación de las percepciones no es el único instrumento con el que cuentan quienes pretenden mantener el statu quo. La construcción de la imagen telenovelera de su candidato, unida a supuestas virtudes como el carisma, la simpatía, la bondad y su sobreexposición en programas televisivos de gran audiencia, es otro de ellos. A todo esto hay que añadir la permanencia de viejas prácticas partidistas como la compra y coacción del voto, la intimidación, el acarreo, la fabricación de simpatizantes, el derroche de recursos económicos para cubrir los gastos que todo esto supone, etc. Un Instituto Federal Electoral (IFE) que no parece tener los suficientes elementos legales, incluso el  interés, para vigilar no sólo que las elecciones se lleven a cabo con transparencia, sino para frenar los excesivos gastos y las violaciones a la ley en las que incurre de manera reiterada el partido del candidato priísta. Habrá que recordar la cuestionada actuación de esta misma institución en las elecciones del 2006, comenzando por mencionar que su presidente, Luis Carlos Ugalde, era compadre de Felipe Calderón Hinojosa y que no sólo ignoró las anomalías que se dieron en muchas de las casillas durante la jornada electoral, sino que influyó de manera directa en la negativa a contar nuevamente los votos.
Pero si hablamos de un dispositivo de poder, a las estrategias de uno de los más poderosos grupos fácticos encabezado por las dos grandes televisoras y de los partidos políticos, PRI, PVEM, PAN y PANAL, hay que añadir a otros grupos de interés como ciertos grupos empresariales, la Iglesia, el Ejército, incluso el narco y la delincuencia organizada que también juegan en esta elección, todos movilizados para tratar de imponer sus propios intereses a partir de apoyos concretos como las donaciones en dinero o en especie, la movilización y manipulación de las conciencias, etc.
Todos se organizan en torno a un mismo objetivo -utilizando todo tipo de recursos: dinero, discursos, amenazas, leyes y medidas administrativas aplicadas a unos y otros no, espacios arquitectónicos utilizados para ensalzar a uno y denostar a otro, comparaciones con mandatarios de otros países, la amenaza de una crisis económica, burlas, descalificaciones, ridiculización, la influencia de líderes de opinión en todos los ámbitos de la vida social, espionaje, intimidación, etc.- defender el statu quo, para lo cual acuden a los más profundos valores personales y nacionales al tratar de convencer a la población, en especial a la que vota, de que López Obrador es un peligro para México, induciéndolos de nuevo al voto del miedo.
En el artículo “Sociedad dividida” que me publicó la Revista Foro Multidisciplinario UIC, de la Universidad Intercontinental, tuve oportunidad de analizar los hechos previos a la elección presidencial del 2006, así como sus resultados. Hoy encuentro grandes coincidencias en los sucesos que se dieron entonces cuando AMLO se separó visiblemente de su más cercano competidor, por lo que puedo afirmar que en las últimas dos semanas se ha reeditado la campaña negra en contra de éste y que en las poco más de dos semanas que restan para las elecciones dicha campaña se profundizará hasta niveles extraordinarios, la razón: hay que pararlo a como dé lugar. Lo  preocupante en este caso no es que de pronto en las campañas políticas las y los contendientes se lancen acusaciones y traten de mostrar las debilidades de su opositor, como ocurre en cualquier democracia, sino la serie de eventos a partir de los cuales se genera una contienda inequitativa, quitando a uno de los candidatos prácticamente la oportunidad de competir de manera democrática y transparente por el puesto en cuestión y a la ciudadanía la posibilidad de elegir libremente a quien ha de gobernarla.
Ante la organización y fuerza de las élites política y económica que pretenden decidir quién será el próximo presidente de la República se impone por necesidad la resistencia pacífica de una ciudadanía obligada a superar ese sentimiento de inevitabilidad, a informarse, a denunciar todo intento por inclinar la balanza hacia uno de los candidatos, a votar, a tomar acciones para cuidar que las elecciones sean limpias y que respondan efectivamente a la voluntad de los cerca de 80 millones de personas que están en posibilidad de ejercer su derecho ciudadano a elegir a quien ha de gobernarlas por los próximos seis años.



[4] Voces contra la globalización http://www.youtube.com/watch?v=HrS3goWqh6c

[5] Voces contra la globalización: un mundo desigual 1 http://www.youtube.com/watch?v=j5UYOFg2H1w&feature=mr_meh&list=PLC994F61F44D56B63&lf=results_video&playnext=0  (Nota: cuando el video termine da click en play para ver la continuación del mismo)
[6] “Contestación al Círculo de Epistemología”, en El discurso del poder, Folios Ediciones, 1985, pp. 184-185.
[7] Barrington Moore, en su libro La injusticia: bases sociales de la obediencia y la rebelión, hace un interesante análisis de este sentimiento y sus consecuencias. La ficha completa es: México, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM, 1989.
[8] Al respecto consultar mi artículo “Sociedad dividida”, Foro Muldisciplinario UIC, No. 2, Universidad Intercontinental, Octubre-Diciembre, 2006. Mismo que adjunto a este escrito en versión PDF.

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