Por: Ivonne Acuña Murillo
En sólo unos días la experiencia del fin de la historia se hizo realidad. Los escenarios futuristas dibujados por escritores apocalípticos y distópicos se materializaron brutalmente. La violencia, la ley del más fuerte, la falta de Estado o de alguna autoridad capaz de poner orden y proteger a la población, el cambio climático en toda su furia, la falta de energía eléctrica y unos plátanos que se negaron a madurar, me hicieron recordar las experiencias de un tiempo aun no vivido. O al menos eso creía yo.
La teoría
La teoría
Hablar del fin de la historia no supone el fin del mundo, ni de los tiempos, ni "el principio del fin", frase por demás ridícula, cuando no divertida, que algunas personas suelen usar, de manera dramática, ante algún evento natural como un terremoto, un huracán, una erupción volcánica, una guerra, una crisis política o económica.
El fin de la historia remite a teorizar en torno a las diversas etapas que la humanidad ha pasado o tiene que pasar para llegar a la época última en la que ya no hay más fases que alcanzar. Pero, no siempre se ha visto a la historia de esta manera.
Para los antiguos griegos la historia era circular y se componía de una serie interminable de ciclos, donde tanto los humanos como las culturas y las civilizaciones nacían, crecían y morían. No había una idea de continuidad en el tiempo, sino un eterno volver a comenzar hasta cumplir el ciclo para volver a empezar. La creencia en dioses, como el Destino y la Fortuna, que determinaban el destino de cada quien hizo asumir a los antiguos una actitud de indiferencia hacia el pasado, hasta la aparición de Herodoto, considerado como el primer historiador, pero también hacia el futuro. ¿Para qué preocuparse por lo que vendría si no dependía de las acciones humanas?
En la Edad Media, cuando la Iglesia Católica impuso a Occidente su visión religiosa del mundo, la manera de considerar la historia cambió. Surgió entonces lo que hoy conocemos como "teología de la historia", a partir de la cual se creía que la historia era lineal, que su inicio se encontraba en la Creación y el fin en el Juicio Final. Entre uno y otro evento, la humanidad atravesaría por una serie de etapas determinadas por la Divina Providencia. Esto es, todo lo vivido por la especie humana había sido determinado de antemano por Dios. Por ejemplo, se llegó a pensar que la razón última de la existencia del Imperio Romano fue la propagación del cristianismo, una vez que el emperador Constantino autorizó el culto cristiano y su sucesor, el emperador Teodosio, lo convirtiera en religión oficial, en el 380 d.C., con el Edicto de Tesalónica.
Este intento por hacer coincidir la historia humana con la divina fue hecho por San Eusebio de Cesarea, para quien la Iglesia era el motor de la Historia de la Humanidad.
Con la llegada de la Ilustración y la secularización de la vida intelectual, la "teología de la historia" se convirtió en "filosofía de la historia", con el consecuente descentramiento de Dios. A partir de entonces se sitúo el destino humano en las manos de los hombres, y las mujeres por supuesto. Los filósofos entonces se dedicaron a explicar el comportamiento humano ya no en función de un destino divino sino de la propia razón humana. Es decir, ya no era Dios el responsable de las acciones humanas sino los humanos mismos.
Lo anterior supuso nuevas visiones en torno a la historia, sus etapas, su motor (aquello que la hacía moverse) y el sujeto de la historia (su protagonista principal). Así encontramos propuestas como la de Karl Marx (1818-1883) (filósofo, economista, sociólogo, historiador alemán), para quien la historia de la humanidad estaba dividida en cinco etapas o modos de producción: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo y comunismo. En esta última etapa las personas recibirían en función de su necesidad y no de su capacidad. No habría gente sin casa, comida, vestido, trabajo. Para Marx, el motor de la historia era la lucha de clases (por ejemplo entre los esclavistas y los esclavos) y el sujeto de la historia la clase explotada (en este caso los esclavos que harían volar en pedazos a la sociedad que permitía su esclavitud para fundar una nueva).
Como Marx, Augusto Comte (1798-1857) (filósofo francés), concibió su propia filosofía de la historia. Para él la historia se dividía en tres etapas: teológica, metafísica, científica. En la primera, los humanos lo explicaban todo vía los dioses; en la segunda en relación con un poder abstracto o ciertas fuerzas ocultas que guiaban los acontecimientos del mundo; y, en la tercera, en razón de la ciencia. Esta última, por supuesto, era la fase más avanzada y última.
Como se aprecia en ambas propuestas se sigue el esquema de la teología de la historia: una historia lineal, un inicio, un final, un motor, un sujeto y un desarrollo evolutivo que va de menos a más, haciendo de la última etapa la más perfecta en relación a la organización humana. En la misma teología histórica después del Juicio Final se encuentra la vida eterna.
Esta forma de pensar la historia tuvo su última expresión en la obra El fin de la historia y el último hombre de Francis Fukuyama, para quien la etapa final correspondía a la democracia y el capitalismo de tipo estadunidense. A decir del autor, ambas tendencias están en nuestra naturaleza y era inevitable llegar a ellas, por lo que desde su perspectiva ya estamos viviendo el fin de la historia.
Sin embargo, aún antes de él, la filósofa Hanna Arendt ya había dado fin a la idea de una historia en constante evolución, pero sobre todo a la idea de un sujeto de la historia que podía dirigirla, a voluntad, a un fin deseado. Las dos Guerras Mundiales del siglo XX proporcionaron suficientes argumentos para cuestionar dicho esquema y a la misma racionalidad humana.
La pregunta
Si se ha negado ya la idea de una historia lineal, que a pesar de encontrar obstáculos, iba siempre e inevitablemente a algo mejor ¿qué sentido tiene hablar desde esta colaboración de una "semana del fin de la historia"?
Esta pregunta se responderá "al final del texto", por tanto, se recomienda seguir "hasta el final".
Los hechos
El primer evento: un encuentro cercano con la inseguridad y la muerte
Este intento por hacer coincidir la historia humana con la divina fue hecho por San Eusebio de Cesarea, para quien la Iglesia era el motor de la Historia de la Humanidad.
Con la llegada de la Ilustración y la secularización de la vida intelectual, la "teología de la historia" se convirtió en "filosofía de la historia", con el consecuente descentramiento de Dios. A partir de entonces se sitúo el destino humano en las manos de los hombres, y las mujeres por supuesto. Los filósofos entonces se dedicaron a explicar el comportamiento humano ya no en función de un destino divino sino de la propia razón humana. Es decir, ya no era Dios el responsable de las acciones humanas sino los humanos mismos.
Lo anterior supuso nuevas visiones en torno a la historia, sus etapas, su motor (aquello que la hacía moverse) y el sujeto de la historia (su protagonista principal). Así encontramos propuestas como la de Karl Marx (1818-1883) (filósofo, economista, sociólogo, historiador alemán), para quien la historia de la humanidad estaba dividida en cinco etapas o modos de producción: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo y comunismo. En esta última etapa las personas recibirían en función de su necesidad y no de su capacidad. No habría gente sin casa, comida, vestido, trabajo. Para Marx, el motor de la historia era la lucha de clases (por ejemplo entre los esclavistas y los esclavos) y el sujeto de la historia la clase explotada (en este caso los esclavos que harían volar en pedazos a la sociedad que permitía su esclavitud para fundar una nueva).
Como Marx, Augusto Comte (1798-1857) (filósofo francés), concibió su propia filosofía de la historia. Para él la historia se dividía en tres etapas: teológica, metafísica, científica. En la primera, los humanos lo explicaban todo vía los dioses; en la segunda en relación con un poder abstracto o ciertas fuerzas ocultas que guiaban los acontecimientos del mundo; y, en la tercera, en razón de la ciencia. Esta última, por supuesto, era la fase más avanzada y última.
Como se aprecia en ambas propuestas se sigue el esquema de la teología de la historia: una historia lineal, un inicio, un final, un motor, un sujeto y un desarrollo evolutivo que va de menos a más, haciendo de la última etapa la más perfecta en relación a la organización humana. En la misma teología histórica después del Juicio Final se encuentra la vida eterna.
Esta forma de pensar la historia tuvo su última expresión en la obra El fin de la historia y el último hombre de Francis Fukuyama, para quien la etapa final correspondía a la democracia y el capitalismo de tipo estadunidense. A decir del autor, ambas tendencias están en nuestra naturaleza y era inevitable llegar a ellas, por lo que desde su perspectiva ya estamos viviendo el fin de la historia.
Sin embargo, aún antes de él, la filósofa Hanna Arendt ya había dado fin a la idea de una historia en constante evolución, pero sobre todo a la idea de un sujeto de la historia que podía dirigirla, a voluntad, a un fin deseado. Las dos Guerras Mundiales del siglo XX proporcionaron suficientes argumentos para cuestionar dicho esquema y a la misma racionalidad humana.
La pregunta
Si se ha negado ya la idea de una historia lineal, que a pesar de encontrar obstáculos, iba siempre e inevitablemente a algo mejor ¿qué sentido tiene hablar desde esta colaboración de una "semana del fin de la historia"?
Esta pregunta se responderá "al final del texto", por tanto, se recomienda seguir "hasta el final".
Los hechos
El primer evento: un encuentro cercano con la inseguridad y la muerte
El viernes pasado salí de casa en compañía de mi hija adolescente con la intención de ir a la plaza comercial más cercana a comprar un regalo. No habíamos caminado más de 100 metros cuando vimos pasar una patrulla a toda velocidad. El evento hubiera pasado desapercibido en una gran avenida, en uno de los tantos lugares del país donde la delincuencia común, el narco y el crimen organizado han puesto en jaque al Estado, pero no en un fraccionamiento residencial de clase media y media alta que cuenta con una caseta de policía municipal en su entrada única, aún más, en una calle destinada solo al tránsito local y alrededor de las dos de la tarde.
De momento, nos llamó la atención tanta premura y supusimos que iba siguiendo a alguien, pero no le dimos tanta importancia y seguimos caminando. Uno o dos minutos después vimos pasar a otra patrulla, una pickup con seis policías, dos en cabina y cuatro atrás, sin armas a la vista, una patrulla más, esta vez de la policía estatal (el fraccionamiento se sitúa en un municipio del Estado de México), otra pickup igual con seis policías, pero esta vez portando metralletas listas para ser disparadas. Estos dos datos, policía estatal y metralletas nos informaron que algo gordo estaba pasando, por lo que decidimos volver a casa ante la duda de hacia dónde se dirigirían estos comandos y los posibles delincuentes, en caso de haber una persecución con la balacera respectiva. Nunca habíamos vivido algo así, pero lo visto en las noticias nos sirvió como experiencia.
De regreso, encontramos al representante del fraccionamiento en temas de seguridad quien nos dijo que lo mejor era no estar en las calles en ese momento, que acababan de matar a dos policías, tres calles más abajo.
Ya en casa, me dí a la tarea de consultar los mensajes enviados al grupo "Vecinos vigilantes...." de nuestra colonia en WhatsApp. En el fue surgiendo poco a poco la información en torno a las razones del asesinato de ambos policías, de 25 y 28 años.
Resultó que pertenecían a la Comisión Estatal de Seguridad, al Grupo de Recuperación de Vehículos, y que acababan de localizar un vehículo robado en una de las calles del fraccionamiento. Estaban esperando la llegada de una grúa para trasladar el auto encontrado cuando cuatro sujetos, a bordo de un coche, les dispararon en el tórax.
Días después, en medios se dijo que el fraccionamiento se había convertido, por sus características, en "bodega" de autos robados. Está situado al lado de la nueva carretera a Toluca, en su parte más baja está vigilada por policía municipal y en su parte más alta no conecta directamente con vialidad alguna. Está cercado a los costados por bardas que lo separan de otras secciones habitacionales de la misma zona, sin embargo presenta flancos vulnerables por los que se puede ingresar a pie. Bastante tranquilo a pesar de que la delincuencia común haga de las suyas de vez en cuando desde hace ya algunas décadas.
Este suceso tuvo como antecedente, meses atrás, el asalto a una vecina en el mismo fraccionamiento, a quien por la fuerza un sujeto alejó de su camioneta, mientras otro se subía para llevársela y cuyo vídeo circuló en la red. Igualmente el robo de auto partes en Satélite, Las Américas y Boulevares, días antes del asesinato de los dos policías. Días después de dicho asesinato se suscito otra balacera, entre los supuestos asesinos y la policía, en Los Remedios, Naucalpan.
El operativo duró alrededor de cuatro horas, durante las cuales llegaron al fraccionamiento alrededor de 50 patrullas de los municipios de Naucalpan, Atizapán y del Estado de México, y un camión lleno con soldados del Ejército Mexicano.
El segundo evento: un encuentro cercano con la furia de la naturaleza
Una vez pasadas esas horas, decidimos salir y cumplir con nuestra agenda original. A la entrada del fraccionamiento todavía se encontraban una camioneta y una pickup de la policía estatal, mientras bajaban otras patrullas de la policía de investigación. Al llegar al centro comercial, que se encuentra a unas cuantas cuadras del fraccionamiento, notamos que ahí también se estaba llevando a cabo otro operativo relacionado con el asesinato de los policías.
Al caminar por el centro comercial nos encontramos con policías de seguridad privada y municipal. No había cercos ni revisiones ni nada parecido.
Esta plaza comercial fue construida sobre un cerro lo que permite observar parte de la Ciudad de México y la zona urbana cercana. En una mañana despejada se pueden observar en toda su belleza los imponentes volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl y recordar la historia de amor (la-leyenda-de-los-volcanes/) que la imaginación humana tuvo a bien crear. El romance tuvo lugar antes que los conquistadores pusieran pie en las hermosas tierras de un imperio que libraba sus propias batallas. Los majestuosos volcanes contrastan con el enorme espacio urbano en que se ha convertido el Valle de México.
En general toda la zona, en especial cuando se baja por su avenida principal, ofrece una extraordinaria vista del Valle de México, de la hoy Ciudad de México. Cuando el clima lo permite, se ven con claridad la Torre de Pemex, el World Trade Center, el edificio de Ferrocarriles, no sé si aún nacionales o de México, y todas las construcciones que los rodean. En un día de contingencia ambiental también es posible observar la nata de contaminantes que se posa sobre la ciudad como una "mancha voraz", por hacer un simil con la película de ese nombre, estrenada en 1958.
La plaza fue construida en forma circular si se toma en cuenta su enorme estacionamiento. La zona comercial tiene la forma de media luna. Su parte interna da al área de estacionamiento y la externa y más larga se eleva varios metros sobre el piso, formando una especie de precipicio. El año pasado una pareja de novios adolescentes decidió quitarse la vida lanzándose desde ahí. Fue una pena.
En este centro comercial se encuentra de todo: un conjunto de cines que incluye 8 salas de regular tamaño, una macro y 4 salas VIP; comida rápida, lo clásico, hamburguesas, pizzas, comida china, tacos, helados, pasteles y café; restaurantes más grandes como Vips, Toks, Italianni's, La Destilería, Shushi Itto; tiendas de ropa, de zapatos, de aparatos electrónicos, una Parisina, otra de vinos; un golfito y centro de juegos para niños, niñas, adolescentes y uno que otro adulto, un gimnasio, etc.
El lugar está planeado para ofrecer además de una extraordinaria vista, espacios abiertos donde se puede disfrutar del aire, el sol, la lluvia, lindos atardeceres distraídos por el paso, muy a lo lejos, de aviones, avionetas y helicópteros en camino al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
En la parte central y más externa se encuentran tres telescopios que por diez pesos permiten ver de cerca conjuntos de casas, calles, cerros, personas. Atrás de éstos pasa un trenecito que recorre la media luna, también se rentan ponis, cebras, burros, de peluche por supuesto, con ruedas y de buen tamaño para ser montados por niñas y niños de 3 a 6 años. Éstos deben hacer un esfuerzo con las piernas para moverse o dejar que algún familiar los jale con una cuerda y los pasee por la parte baja del centro comercial.
Volviendo al segundo evento, la tienda elegida está ubicada en el segundo nivel, al que se accede vía escaleras eléctricas o en elevador, estando ahí comenzó a llover. Parecía una lluvia cualquiera, como aquellas que caen cualquier tarde en época de huracanes, tormentas tropicales o ciclones, mismos que tienen lugar en verano en los océanos Pacífico o Atlántico. Sin embargo, en cosa de pocos, muy pocos minutos aquello se convirtió en una tormenta poco común.
Mientras mi hija elegía aquello que quería comprar me acerqué a la salida de la pequeña tienda, cuya pared del fondo se podía observar desde la puerta de entrada, al igual que los muros laterales llenos de mercancías: bolsas, aretes, pashminas, collares, pulseras y demás artículos para el arreglo femenino, y observé como la lluvia había comenzado ya, muy rápido a mi ver, pues unos minutos antes todavía asomaba el sol entre las nubes. A pesar del agua que caía pude observar los cerros a lo lejos y las nubes que los rodeaban. Volví a entrar para volver a caminar hacia la puerta del local, no tardé más de un minuto. Quedé sorprendida, ya no se veían ni las nubes, ni el cielo, ni los cerros, sólo un muro de agua entre dos de las enormes columnas que sostienen una de las carpas de la plaza comercial.
El tercer evento: 25 horas sin luz eléctrica
Dos días después del operativo policial y militar y de la intensa lluvia, a eso de la una de la tarde "se fue la luz" en nuestra calle. Nos preguntamos la razón pues no había siquiera amenaza de lluvia. Pasaron una, dos, tres, cuatro horas y "la luz no llegaba". Hicimos el reporte correspondiente a la compañía de luz, nos dijeron que sería cosa de dos o tres horas para que se restableciera el servicio.
Sonara raro eso de que "se fue la luz en nuestra calle", pero en el fraccionamiento, "se va la luz" en unas calles si y en otras no, por secciones, más aún, "se puede ir" de un solo lado de la calle, incluso en un mismo edificio pueden "tener luz" en algunos departamentos y en otros no. La razón por supuesto es que existen diferentes registros mediante los que se surte de energía eléctrica a distintas secciones de la colonia.
Se cumplieron las tres horas y nada, entonces nos dimos cuenta que en otros departamentos del edificio si había luz. Recordamos cuando hace años nos pasó lo mismo y estuvimos como dos días sin energía eléctrica hasta que se encontró y resolvió el problema.
Hicimos un segundo reporte, en esta ocasión nos dijeron que el asunto podría llevar más de diez horas, pues ya había estado en nuestra calle un camión de la compañía arreglando el desperfecto en otro edificio. Se entiende el número de horas de espera si pensamos que ya era domingo en la noche.
Nuevamente pasaron las diez horas y más y seguíamos sin luz. Como a las 11 de la mañana llegó otro camión de la compañía, y de nuevo, a otro edificio. Se les preguntó a los operarios si de ahí pasarían al nuestro y nos informaron que no tenían reporte alguno.
De nuevo, una tercera llamada y un tercer reporte. En dos o tres horas se resolverá el asunto, dijo de nuevo la voz femenina al otro lado del auricular. Finalmente, a las dos horas "ya teníamos luz". Media hora después nos llamaron de la compañía para verificar si "ya se había restablecido el servicio".
Se había inundado el registro que a media calle de nuestro edificio nos surtía de luz. Con seguridad se llenó de agua el viernes de la tormenta referida. Vaya cosa.
Durante las 25 horas que estuvimos sin luz eléctrica enviamos mensajes a nuestros familiares para que si urgía algo nos llamaran a la casa de otra familiar que, viviendo en el mismo fraccionamiento, si "tenía luz". Apagamos nuestros teléfonos y demás dispositivos personales para asegurarnos que la pila les durara hasta que "volviera la luz". Aprovechamos la luz del día para leer y hacer otras cosas que requirieran de la vital energía. Pusimos "changuitos" para que no se descongelara la carne guardada en el refrigerador. Una vez oscureciendo, encendimos velas por toda la casa. Por la noche nos contamos historias propias de la oscuridad y al final nos dormimos, pensando que al despertar ya "habría vuelto la luz".
No pudimos evitar el recuerdo de una película que vimos días antes, En lo profundo del bosque, donde justo lo que inicia la debacle en una pequeña comunidad es la falta de energía eléctrica. El conteo a lo largo de la trama se hace a partir de las horas, días, semanas, meses "sin luz"*. La idea de la película es mostrar la importancia que tiene para la humanidad la luz eléctrica y lo que su falta significaría para una civilización cuyas principales actividades involucran a esta fuente de energía. Las situaciones límite que un padre y sus dos hijas tienen que vivir por lo que parecería un hecho simple, pero que a la larga supuso el rompimiento de las reglas de convivencia y la multiplicación de acciones que en condiciones "normales" no ocurrirían.
Finalmente, nuestro conteo terminó, no se descongeló la carne, gracias al nuevo sistema de enfriamiento que utilizan los refrigeradores de lámina delgada y dispensadores de agua fría o hielo en la puerta de los mismos, no terminaron de descargarse nuestros dispositivos y la falta de energía eléctrica no nos había causado ningún perjuicio físico o emocional. Estábamos salvad@s.
Nuestro apagón fue pequeño, en extensión y tiempo, pero imagínense uno más grande.
Casi dos millones de personas se quedan sin luz en México
El cuarto y último evento
Tres semanas antes del operativo, la tormenta y el apagón, compré un kilo de plátanos verdes en una de las grandes tiendas departamentales cuyo nombre comienza con "W". Los elegí así pues aún había en casa y calculando que podríamos comerlos días después. Los días pasaron, luego una semana seguida de otra, llegaron otros plátanos, los comimos, y los dichosos plátanos seguían verdes. Comentamos en familia que algo así nunca nos había pasado y menos tratándose de plátanos, que como ustedes saben maduran rápido, más aún con el calor de la primavera o el verano.
Por fin, más de tres semanas después de comprados, los plátanos comenzaron a madurar. Por supuesto, el asunto podría llevar a risa si lo llevamos al plano gracioso y recordamos el chiste en el que las mazanas de un árbol se ríen de la que cayó primero, la cual, una vez en el suelo, con gran orgullo y mucho enojo les responde: "¿De qué se ríen inmaduras?". Sin embargo, nuestra reflexión fue más allá, con seguridad en el almacén nos están vendiendo frutas "transgénicas", o sometidas a algún otro proceso que modifica su naturaleza y las hace durar y durar y durar, y soportar los tiempos de traslado y almacenamiento. Por supuesto, por ningún lado tienen una etiqueta que nos permita saberlo y decidir consumirlas o no. Si este fuera el caso, hay una terrible omisión no sólo de quien experimenta, modifica y vende, sino de quien regula estos procesos, el gobierno claro, dejándonos, como en el caso de la violencia, a merced de terceros sin que la institución que debe protegernos, el Estado, cumpla con su función tuteladora.
Estos cuatro eventos me llevaron a reflexionar en torno al fin de la historia. Ya no en términos religiosos ni en función de la voluntad divina como en la Edad Media, o en términos de una historia lineal evolucionista que permitiría a la humanidad acceder a una etapa superior, sino en relación a todas las historias apocalípticas o distópicas que se han escrito y escenificado en las últimas décadas, como Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de George Orwell, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, Cuando el destino nos alcance de Harry Harrison y muchas más.
Historias todas que llevan a sus últimas consecuencias muchas de las tendencias auto destructivas propiamente humanas que nos ponen en peligro de extinción, en el peor de los casos, o en riesgo de vivir siempre al margen del desastre; cuidándonos unos de los otros; arrebatándonos los escasos recursos como la comida y el agua, bajo la ley del más fuerte (sea por cuestiones de mera fuerza, de poder económico, político, religioso, delincuencial o cualquier otro); sufriendo las consecuencias de un cambio climático que hemos, si no producido, si acelerado; y comiendo alimentos modificados que de una manera u otra pueden o no provocarnos enfermedades como el cáncer, si atendemos a las investigaciones que corporaciones tan grandes como Monsanto se niegan a reconocer y que en muchos de los casos ocultan o desaparecen, después de repartir millones de dólares incluso a presidentes de los países que les permiten continuar con sus experimentos, como ocurrió en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, que permitió a esta compañía experimentar con maíz transgénico, siendo México país de origen del maíz.
Vivir en un lugar residencial que de buenas a primeras es considerado "bodega" de autos robados, justo en un estado donde el robo de coches es uno de los delitos que van a la alza; ese mismo día ser testigas y quedar de pronto en el centro de una tormenta colosal, si se tiene en cuenta la cantidad de agua que cayó en escasos minutos; quedarse sin energía eléctrica por más de 24 horas, observando unos plátanos que se negaron a madurar al ritmo acostumbrado, me lleva a recordar aquello que aún no he vivido, como escribiera la gran Elena Garro, en su obra Los recuerdos del porvenir. Esto es, en una semana presencié los indicios de lo que muy pronto podría ser nuestro futuro, nuestra vida cotidiana, si es que no lo es ya y en todo caso:
¿Podremos hablar ya del fin de la historia?
¿Habremos llegado como humanidad a la última etapa?
¿Tendremos por fin nuestra distopía?
¿Habremos construido ya ese lugar al que nadie quiere arribar?
¿Viviremos ya en la sociedad en la que nadie soñó existir?
Tal vez ustedes tengan la mejor respuesta.
*Entrecomillo las frases en torno a la luz, porque acostumbramos referirnos a ella como si fuera un sujeto que se va, que llega, que viene, o como un objeto que se tiene.
De momento, nos llamó la atención tanta premura y supusimos que iba siguiendo a alguien, pero no le dimos tanta importancia y seguimos caminando. Uno o dos minutos después vimos pasar a otra patrulla, una pickup con seis policías, dos en cabina y cuatro atrás, sin armas a la vista, una patrulla más, esta vez de la policía estatal (el fraccionamiento se sitúa en un municipio del Estado de México), otra pickup igual con seis policías, pero esta vez portando metralletas listas para ser disparadas. Estos dos datos, policía estatal y metralletas nos informaron que algo gordo estaba pasando, por lo que decidimos volver a casa ante la duda de hacia dónde se dirigirían estos comandos y los posibles delincuentes, en caso de haber una persecución con la balacera respectiva. Nunca habíamos vivido algo así, pero lo visto en las noticias nos sirvió como experiencia.
De regreso, encontramos al representante del fraccionamiento en temas de seguridad quien nos dijo que lo mejor era no estar en las calles en ese momento, que acababan de matar a dos policías, tres calles más abajo.
Ya en casa, me dí a la tarea de consultar los mensajes enviados al grupo "Vecinos vigilantes...." de nuestra colonia en WhatsApp. En el fue surgiendo poco a poco la información en torno a las razones del asesinato de ambos policías, de 25 y 28 años.
Resultó que pertenecían a la Comisión Estatal de Seguridad, al Grupo de Recuperación de Vehículos, y que acababan de localizar un vehículo robado en una de las calles del fraccionamiento. Estaban esperando la llegada de una grúa para trasladar el auto encontrado cuando cuatro sujetos, a bordo de un coche, les dispararon en el tórax.
Días después, en medios se dijo que el fraccionamiento se había convertido, por sus características, en "bodega" de autos robados. Está situado al lado de la nueva carretera a Toluca, en su parte más baja está vigilada por policía municipal y en su parte más alta no conecta directamente con vialidad alguna. Está cercado a los costados por bardas que lo separan de otras secciones habitacionales de la misma zona, sin embargo presenta flancos vulnerables por los que se puede ingresar a pie. Bastante tranquilo a pesar de que la delincuencia común haga de las suyas de vez en cuando desde hace ya algunas décadas.
Este suceso tuvo como antecedente, meses atrás, el asalto a una vecina en el mismo fraccionamiento, a quien por la fuerza un sujeto alejó de su camioneta, mientras otro se subía para llevársela y cuyo vídeo circuló en la red. Igualmente el robo de auto partes en Satélite, Las Américas y Boulevares, días antes del asesinato de los dos policías. Días después de dicho asesinato se suscito otra balacera, entre los supuestos asesinos y la policía, en Los Remedios, Naucalpan.
El operativo duró alrededor de cuatro horas, durante las cuales llegaron al fraccionamiento alrededor de 50 patrullas de los municipios de Naucalpan, Atizapán y del Estado de México, y un camión lleno con soldados del Ejército Mexicano.
El segundo evento: un encuentro cercano con la furia de la naturaleza
Una vez pasadas esas horas, decidimos salir y cumplir con nuestra agenda original. A la entrada del fraccionamiento todavía se encontraban una camioneta y una pickup de la policía estatal, mientras bajaban otras patrullas de la policía de investigación. Al llegar al centro comercial, que se encuentra a unas cuantas cuadras del fraccionamiento, notamos que ahí también se estaba llevando a cabo otro operativo relacionado con el asesinato de los policías.
Al caminar por el centro comercial nos encontramos con policías de seguridad privada y municipal. No había cercos ni revisiones ni nada parecido.
Esta plaza comercial fue construida sobre un cerro lo que permite observar parte de la Ciudad de México y la zona urbana cercana. En una mañana despejada se pueden observar en toda su belleza los imponentes volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl y recordar la historia de amor (la-leyenda-de-los-volcanes/) que la imaginación humana tuvo a bien crear. El romance tuvo lugar antes que los conquistadores pusieran pie en las hermosas tierras de un imperio que libraba sus propias batallas. Los majestuosos volcanes contrastan con el enorme espacio urbano en que se ha convertido el Valle de México.
En general toda la zona, en especial cuando se baja por su avenida principal, ofrece una extraordinaria vista del Valle de México, de la hoy Ciudad de México. Cuando el clima lo permite, se ven con claridad la Torre de Pemex, el World Trade Center, el edificio de Ferrocarriles, no sé si aún nacionales o de México, y todas las construcciones que los rodean. En un día de contingencia ambiental también es posible observar la nata de contaminantes que se posa sobre la ciudad como una "mancha voraz", por hacer un simil con la película de ese nombre, estrenada en 1958.
La plaza fue construida en forma circular si se toma en cuenta su enorme estacionamiento. La zona comercial tiene la forma de media luna. Su parte interna da al área de estacionamiento y la externa y más larga se eleva varios metros sobre el piso, formando una especie de precipicio. El año pasado una pareja de novios adolescentes decidió quitarse la vida lanzándose desde ahí. Fue una pena.
En este centro comercial se encuentra de todo: un conjunto de cines que incluye 8 salas de regular tamaño, una macro y 4 salas VIP; comida rápida, lo clásico, hamburguesas, pizzas, comida china, tacos, helados, pasteles y café; restaurantes más grandes como Vips, Toks, Italianni's, La Destilería, Shushi Itto; tiendas de ropa, de zapatos, de aparatos electrónicos, una Parisina, otra de vinos; un golfito y centro de juegos para niños, niñas, adolescentes y uno que otro adulto, un gimnasio, etc.
El lugar está planeado para ofrecer además de una extraordinaria vista, espacios abiertos donde se puede disfrutar del aire, el sol, la lluvia, lindos atardeceres distraídos por el paso, muy a lo lejos, de aviones, avionetas y helicópteros en camino al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
En la parte central y más externa se encuentran tres telescopios que por diez pesos permiten ver de cerca conjuntos de casas, calles, cerros, personas. Atrás de éstos pasa un trenecito que recorre la media luna, también se rentan ponis, cebras, burros, de peluche por supuesto, con ruedas y de buen tamaño para ser montados por niñas y niños de 3 a 6 años. Éstos deben hacer un esfuerzo con las piernas para moverse o dejar que algún familiar los jale con una cuerda y los pasee por la parte baja del centro comercial.
Volviendo al segundo evento, la tienda elegida está ubicada en el segundo nivel, al que se accede vía escaleras eléctricas o en elevador, estando ahí comenzó a llover. Parecía una lluvia cualquiera, como aquellas que caen cualquier tarde en época de huracanes, tormentas tropicales o ciclones, mismos que tienen lugar en verano en los océanos Pacífico o Atlántico. Sin embargo, en cosa de pocos, muy pocos minutos aquello se convirtió en una tormenta poco común.
Mientras mi hija elegía aquello que quería comprar me acerqué a la salida de la pequeña tienda, cuya pared del fondo se podía observar desde la puerta de entrada, al igual que los muros laterales llenos de mercancías: bolsas, aretes, pashminas, collares, pulseras y demás artículos para el arreglo femenino, y observé como la lluvia había comenzado ya, muy rápido a mi ver, pues unos minutos antes todavía asomaba el sol entre las nubes. A pesar del agua que caía pude observar los cerros a lo lejos y las nubes que los rodeaban. Volví a entrar para volver a caminar hacia la puerta del local, no tardé más de un minuto. Quedé sorprendida, ya no se veían ni las nubes, ni el cielo, ni los cerros, sólo un muro de agua entre dos de las enormes columnas que sostienen una de las carpas de la plaza comercial.
El tercer evento: 25 horas sin luz eléctrica
Dos días después del operativo policial y militar y de la intensa lluvia, a eso de la una de la tarde "se fue la luz" en nuestra calle. Nos preguntamos la razón pues no había siquiera amenaza de lluvia. Pasaron una, dos, tres, cuatro horas y "la luz no llegaba". Hicimos el reporte correspondiente a la compañía de luz, nos dijeron que sería cosa de dos o tres horas para que se restableciera el servicio.
Sonara raro eso de que "se fue la luz en nuestra calle", pero en el fraccionamiento, "se va la luz" en unas calles si y en otras no, por secciones, más aún, "se puede ir" de un solo lado de la calle, incluso en un mismo edificio pueden "tener luz" en algunos departamentos y en otros no. La razón por supuesto es que existen diferentes registros mediante los que se surte de energía eléctrica a distintas secciones de la colonia.
Se cumplieron las tres horas y nada, entonces nos dimos cuenta que en otros departamentos del edificio si había luz. Recordamos cuando hace años nos pasó lo mismo y estuvimos como dos días sin energía eléctrica hasta que se encontró y resolvió el problema.
Hicimos un segundo reporte, en esta ocasión nos dijeron que el asunto podría llevar más de diez horas, pues ya había estado en nuestra calle un camión de la compañía arreglando el desperfecto en otro edificio. Se entiende el número de horas de espera si pensamos que ya era domingo en la noche.
Nuevamente pasaron las diez horas y más y seguíamos sin luz. Como a las 11 de la mañana llegó otro camión de la compañía, y de nuevo, a otro edificio. Se les preguntó a los operarios si de ahí pasarían al nuestro y nos informaron que no tenían reporte alguno.
De nuevo, una tercera llamada y un tercer reporte. En dos o tres horas se resolverá el asunto, dijo de nuevo la voz femenina al otro lado del auricular. Finalmente, a las dos horas "ya teníamos luz". Media hora después nos llamaron de la compañía para verificar si "ya se había restablecido el servicio".
Se había inundado el registro que a media calle de nuestro edificio nos surtía de luz. Con seguridad se llenó de agua el viernes de la tormenta referida. Vaya cosa.
Durante las 25 horas que estuvimos sin luz eléctrica enviamos mensajes a nuestros familiares para que si urgía algo nos llamaran a la casa de otra familiar que, viviendo en el mismo fraccionamiento, si "tenía luz". Apagamos nuestros teléfonos y demás dispositivos personales para asegurarnos que la pila les durara hasta que "volviera la luz". Aprovechamos la luz del día para leer y hacer otras cosas que requirieran de la vital energía. Pusimos "changuitos" para que no se descongelara la carne guardada en el refrigerador. Una vez oscureciendo, encendimos velas por toda la casa. Por la noche nos contamos historias propias de la oscuridad y al final nos dormimos, pensando que al despertar ya "habría vuelto la luz".
No pudimos evitar el recuerdo de una película que vimos días antes, En lo profundo del bosque, donde justo lo que inicia la debacle en una pequeña comunidad es la falta de energía eléctrica. El conteo a lo largo de la trama se hace a partir de las horas, días, semanas, meses "sin luz"*. La idea de la película es mostrar la importancia que tiene para la humanidad la luz eléctrica y lo que su falta significaría para una civilización cuyas principales actividades involucran a esta fuente de energía. Las situaciones límite que un padre y sus dos hijas tienen que vivir por lo que parecería un hecho simple, pero que a la larga supuso el rompimiento de las reglas de convivencia y la multiplicación de acciones que en condiciones "normales" no ocurrirían.
Finalmente, nuestro conteo terminó, no se descongeló la carne, gracias al nuevo sistema de enfriamiento que utilizan los refrigeradores de lámina delgada y dispensadores de agua fría o hielo en la puerta de los mismos, no terminaron de descargarse nuestros dispositivos y la falta de energía eléctrica no nos había causado ningún perjuicio físico o emocional. Estábamos salvad@s.
Nuestro apagón fue pequeño, en extensión y tiempo, pero imagínense uno más grande.
Casi dos millones de personas se quedan sin luz en México
El cuarto y último evento
Tres semanas antes del operativo, la tormenta y el apagón, compré un kilo de plátanos verdes en una de las grandes tiendas departamentales cuyo nombre comienza con "W". Los elegí así pues aún había en casa y calculando que podríamos comerlos días después. Los días pasaron, luego una semana seguida de otra, llegaron otros plátanos, los comimos, y los dichosos plátanos seguían verdes. Comentamos en familia que algo así nunca nos había pasado y menos tratándose de plátanos, que como ustedes saben maduran rápido, más aún con el calor de la primavera o el verano.
Por fin, más de tres semanas después de comprados, los plátanos comenzaron a madurar. Por supuesto, el asunto podría llevar a risa si lo llevamos al plano gracioso y recordamos el chiste en el que las mazanas de un árbol se ríen de la que cayó primero, la cual, una vez en el suelo, con gran orgullo y mucho enojo les responde: "¿De qué se ríen inmaduras?". Sin embargo, nuestra reflexión fue más allá, con seguridad en el almacén nos están vendiendo frutas "transgénicas", o sometidas a algún otro proceso que modifica su naturaleza y las hace durar y durar y durar, y soportar los tiempos de traslado y almacenamiento. Por supuesto, por ningún lado tienen una etiqueta que nos permita saberlo y decidir consumirlas o no. Si este fuera el caso, hay una terrible omisión no sólo de quien experimenta, modifica y vende, sino de quien regula estos procesos, el gobierno claro, dejándonos, como en el caso de la violencia, a merced de terceros sin que la institución que debe protegernos, el Estado, cumpla con su función tuteladora.
Así se construyó la semana del fin de la historia
Historias todas que llevan a sus últimas consecuencias muchas de las tendencias auto destructivas propiamente humanas que nos ponen en peligro de extinción, en el peor de los casos, o en riesgo de vivir siempre al margen del desastre; cuidándonos unos de los otros; arrebatándonos los escasos recursos como la comida y el agua, bajo la ley del más fuerte (sea por cuestiones de mera fuerza, de poder económico, político, religioso, delincuencial o cualquier otro); sufriendo las consecuencias de un cambio climático que hemos, si no producido, si acelerado; y comiendo alimentos modificados que de una manera u otra pueden o no provocarnos enfermedades como el cáncer, si atendemos a las investigaciones que corporaciones tan grandes como Monsanto se niegan a reconocer y que en muchos de los casos ocultan o desaparecen, después de repartir millones de dólares incluso a presidentes de los países que les permiten continuar con sus experimentos, como ocurrió en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, que permitió a esta compañía experimentar con maíz transgénico, siendo México país de origen del maíz.
Vivir en un lugar residencial que de buenas a primeras es considerado "bodega" de autos robados, justo en un estado donde el robo de coches es uno de los delitos que van a la alza; ese mismo día ser testigas y quedar de pronto en el centro de una tormenta colosal, si se tiene en cuenta la cantidad de agua que cayó en escasos minutos; quedarse sin energía eléctrica por más de 24 horas, observando unos plátanos que se negaron a madurar al ritmo acostumbrado, me lleva a recordar aquello que aún no he vivido, como escribiera la gran Elena Garro, en su obra Los recuerdos del porvenir. Esto es, en una semana presencié los indicios de lo que muy pronto podría ser nuestro futuro, nuestra vida cotidiana, si es que no lo es ya y en todo caso:
¿Podremos hablar ya del fin de la historia?
¿Habremos llegado como humanidad a la última etapa?
¿Tendremos por fin nuestra distopía?
¿Habremos construido ya ese lugar al que nadie quiere arribar?
¿Viviremos ya en la sociedad en la que nadie soñó existir?
Tal vez ustedes tengan la mejor respuesta.
*Entrecomillo las frases en torno a la luz, porque acostumbramos referirnos a ella como si fuera un sujeto que se va, que llega, que viene, o como un objeto que se tiene.