Por: Ivonne Acuña
Murillo
Haciendo una
retrospectiva en función de los resultados del reciente proceso electoral a
otros momentos culminantes de la historia política mexicana de los últimos veinticuatro
años es posible adelantar la hipótesis de acuerdo con la cual el avance
democrático vivido por el país en éstas poco más de dos décadas, ha sido una
bien planeada estrategia instrumentada por facciones del PRI y el PAN para
despresurizar el sistema político sin la intención real de abrir espacios a la participación
ciudadana ni permitir el paso a Los Pinos a proyectos políticos o económicos
diferentes a los impuestos desde 1982, con la llegada a la presidencia de la
República del primer presidente de ideología neoliberal, Miguel de la Madrid
Hurtado. Lo anterior ha resultado en la conformación de una deficiente
democracia, la cual podría ser calificada como democracia de puerta trasera.
Las elecciones de 1988, 2006 y 2012
pasarán a la historia como los intentos fallidos de la izquierda mexicana por
llegar al poder de la presidencia y dar a la alternancia una dimensión real.
Las acciones fraudulentas del PRI y el PAN, y el mutuo apoyo que se han
brindado, a pesar de sus falsos amagos permiten, a la luz de diversos hechos, especular
sobre la existencia de un acuerdo “en lo oscurito” para convertir al mexicano
en un sistema bipartidista de derecha o de centro-derecha, en el mejor de los
casos.
En 1988, después de la famosa “caída
del sistema” y del reconocimiento legal del “triunfo” de Carlos Salinas de
Gortari, el grupo parlamentario del PAN, con Diego Fernández de Ceballos a la
cabeza, apoyó al PRI para que fueran quemadas las boletas electorales acabando
con toda evidencia histórica del fraude electoral. El premio fueron las llamadas
“concertacesiones” a partir de las cuales el PAN ganó su primera gubernatura,
en 1989, quedando sellado desde ese momento un pacto entre la fracción
neoliberal del PRI y la parte más pragmática del PAN, aquella contraria a
Manuel Clouthier.
En el año 2000, el arribo de Vicente
Fox Quesada a la presidencia de la República, abrió una nueva fase en la vida
política mexicana al suponer el arribo de la tan ansiada democracia “sin
adjetivos”. Sin embargo, aquel que afirmó haber sacado al PRI de Los Pinos, lo
volvió a meter. Co-gobernó con este partido teniendo como una de sus
principales operadoras a Elba Esther Gordillo, cuyos nexos con Carlos Salinas
de Gortari son por todos conocidos. En contraparte, se esforzó por evitar a
toda costa que Andrés Manuel López Obrador, líder máximo de la izquierda
mexicana, ocupara la silla presidencial, intentó desaforar al entonces
gobernador de la Ciudad de México, después convenció, corrompió, desvió fondos
públicos, se coludió con los principales poderes fácticos representados por los
medios de comunicación y empresarios de diferentes ramos, intervino
directamente en favor de su partido y su candidato, poniendo en riesgo la
elección presidencial de 2006, de acuerdo con el propio TEPJF, todo con tal de
burlar la decisión ciudadana que comenzaba a inclinarse peligrosamente hacia la
izquierda.
El “haiga sido como haiga sido” de Felipe Calderón
Hinojosa y la frase de Fox en cuanto a que “ganó dos veces la presidencia” son el
cínico reconocimiento de lo que hasta ese momento todavía podía considerarse
una sospecha. Al igual que en el caso de Salinas de Gortari, la Suprema Corte
de Justicia de la Nación aprobó, con el voto definitorio del ministro presidente, Guillermo I. Ortiz
Mayagoitia, la destrucción de las boletas de los comicios presidenciales del 2
de julio de 2006, esta vez fue el PRI quien apoyó al PAN para que tal cosa
tuviera lugar[1]. Por
otra parte, la revelación de que Calderón fue apoyado el día de las elecciones
por gobernadores priístas, algunos de ellos
vinculados y asesorados por la Gordillo, quien también apuntaló al
panista sacando a sus huestes de maestros a votar y tomar posiciones entre los
funcionarios de casilla, es un dato más de los arreglos entre priístas y
panistas. Como pago, FCH puso a Roberto Campa (hoy en
el equipo de transición de Enrique Peña Nieto) al frente del Sistema Nacional
de Seguridad Pública, a Francisco Yánez” de la Lotería Nacional y a Miguel
Ángel Yunes del ISSSTE.
Hoy,
seis años después, de nueva cuenta es posible atestiguar el contubernio
entre algunos priístas y panistas gracias
al inmoral llamado de Fox a votar por Peña Nieto y su intento por convencer a
los propios panistas y sus simpatizantes de que Josefina Vázquez Mota no tenía
posibilidad alguna de ganar. Muy atrás quedaron las víboras prietas y las
tepocatas, los insultos al priísta Francisco Labastida (la vestida) Ochoa y la
idea de consolidar la democracia mexicana rompiendo de tajo con una cultura
política corporativista y clientelar. Fox finalmente mostró su verdadera
naturaleza, nunca fue un panista convencido, sino un pragmático que utilizó al
PAN para sus propios fines y hoy nuevamente se colude con el “viejo-nuevo” PRI
para que le cuide las espaldas ante el escandaloso y muy explicado enriquecimiento
de su familia política. Pero más allá de las acciones de este ex presidente que
ha roto con la tradición priísta de guardar silencio y retirarse a la vida
privada dejando a su sucesor la arena política para él solo, saltan a la vista,
para quien observa de cerca los vericuetos de la política en México, los
elementos que confirman la existencia de un pacto para evitar a toda costa el
arribo al poder de un proyecto que beneficiando a las grandes mayorías ponga en
riesgo los privilegios abusiva y corruptamente obtenidos por un pequeño grupo
de políticos y empresarios.
La abundante evidencia fáctica de esta colusión
proporciona a millones de mexicanos y mexicanas la certeza de que nuevamente se
cometió un fraude electoral y de que quien portará la banda presidencial a
partir del primero de diciembre no es aquel por el que se votó, hecho que coloca
en su justa dimensión a la democracia mexicana, como una democracia de puerta
trasera.
En 1988, CSG tomó posesión protegido por el Ejército
mexicano ante el temor de las protestas callejeras provocadas por el fraude
cometido en contra de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; en el 2006 FCH entró y
salió del recinto parlamentario, en el que tomó posesión como presidente
constitucional, por la puerta trasera, toda vez que los parlamentarios del PRD
tomaron la tribuna para evitar que fuera investido como mandatario; hace unos
días EPN aunque llegó al TEPJF, para recoger su constancia de mayoría, por la puerta del frente, tuvo que salir
también por la puerta de atrás para no encontrarse con quienes afuera del
tribunal manifestaban su repudio al virtual próximo presidente.
La importancia simbólica que reviste
llegar por el frente o por la puerta trasera es reconocida por diversos actores
que tratan a toda costa de cubrir las apariencias, en este sentido es de notar
la acotación hecha por el periódico Milenio
al afirmar “Peña Nieto pudo entrar por la puerta principal en un convoy que circulaba
sobre la avenida Carlota Armero,
que después fue cerrada sólo para que él llegara. El convoy pasó desapercibido
por los manifestantes que se encontraban a las afueras”[2].
En la misma dirección va la última reforma constitucional de acuerdo con la
cual “Si por cualquier circunstancia
el Presidente no pudiere rendir la protesta (…) lo hará de inmediato ante las
Mesas Directivas de las Cámaras del Congreso de la Unión, o también ante el
presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación”[3].
CSG cubrió su falta de
legitimidad de origen con una legitimidad por desempeño, aunque finalmente el
inicio del sexenio de su sucesor, Ernesto Zedillo Ponce de León, marcado por el
famoso “error de diciembre” lo colocaron en su justa dimensión; no así FCH
quien a lo largo del sexenio ha tenido que enfrentar en muchas ocasiones –a
pesar del búnker que lo acompaña- abucheos, rechiflas, mentadas de madre,
acusaciones de “espurio”, incluso en el mismo Palacio Nacional (http://goo.gl/I11qV), a los que se suman los justos reclamos
de las víctimas de la Guardería ABC y de la fallida guerra contra el
narcotráfico y la delincuencia organizada, entre otros.
Ante este panorama,
cabe preguntarse ¿Por cuántas puertas traseras tendrá que entrar y salir Peña
Nieto toda vez que desde ahora millones de personas afirman que él no será su
presidente? ¿Cuántos sexenios más tendremos que conformarnos con una democracia
de puerta trasera, en la que sale un espurio y entra otro? ¿Cuántas décadas más
tienen que pasar para que podamos hablar de una verdadera democracia? ¿Cuántos
movimientos sociales como #YoSoy132 tendrán que surgir para que de una vez por
todas tengamos elecciones libres, equitativas y auténticas? Yo no tengo la
respuesta, sólo la convicción de que ésta no es la democracia que quiero
heredar a las futuras generaciones.
Comentarios: iam_60@hotmail.com
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