lunes, 8 de octubre de 2012

"DEMOCRACIA DE PUERTA TRASERA"


Por: Ivonne Acuña Murillo

Haciendo una retrospectiva en función de los resultados del reciente proceso electoral a otros momentos culminantes de la historia política mexicana de los últimos veinticuatro años es posible adelantar la hipótesis de acuerdo con la cual el avance democrático vivido por el país en éstas poco más de dos décadas, ha sido una bien planeada estrategia instrumentada por facciones del PRI y el PAN para despresurizar el sistema político sin la intención real de abrir espacios a la participación ciudadana ni permitir el paso a Los Pinos a proyectos políticos o económicos diferentes a los impuestos desde 1982, con la llegada a la presidencia de la República del primer presidente de ideología neoliberal, Miguel de la Madrid Hurtado. Lo anterior ha resultado en la conformación de una deficiente democracia, la cual podría ser calificada como democracia de puerta trasera.
            Las elecciones de 1988, 2006 y 2012 pasarán a la historia como los intentos fallidos de la izquierda mexicana por llegar al poder de la presidencia y dar a la alternancia una dimensión real. Las acciones fraudulentas del PRI y el PAN, y el mutuo apoyo que se han brindado, a pesar de sus falsos amagos permiten, a la luz de diversos hechos, especular sobre la existencia de un acuerdo “en lo oscurito” para convertir al mexicano en un sistema bipartidista de derecha o de centro-derecha, en el mejor de los casos.
            En 1988, después de la famosa “caída del sistema” y del reconocimiento legal del “triunfo” de Carlos Salinas de Gortari, el grupo parlamentario del PAN, con Diego Fernández de Ceballos a la cabeza, apoyó al PRI para que fueran quemadas las boletas electorales acabando con toda evidencia histórica del fraude electoral. El premio fueron las llamadas “concertacesiones” a partir de las cuales el PAN ganó su primera gubernatura, en 1989, quedando sellado desde ese momento un pacto entre la fracción neoliberal del PRI y la parte más pragmática del PAN, aquella contraria a Manuel Clouthier.
            En el año 2000, el arribo de Vicente Fox Quesada a la presidencia de la República, abrió una nueva fase en la vida política mexicana al suponer el arribo de la tan ansiada democracia “sin adjetivos”. Sin embargo, aquel que afirmó haber sacado al PRI de Los Pinos, lo volvió a meter. Co-gobernó con este partido teniendo como una de sus principales operadoras a Elba Esther Gordillo, cuyos nexos con Carlos Salinas de Gortari son por todos conocidos. En contraparte, se esforzó por evitar a toda costa que Andrés Manuel López Obrador, líder máximo de la izquierda mexicana, ocupara la silla presidencial, intentó desaforar al entonces gobernador de la Ciudad de México, después convenció, corrompió, desvió fondos públicos, se coludió con los principales poderes fácticos representados por los medios de comunicación y empresarios de diferentes ramos, intervino directamente en favor de su partido y su candidato, poniendo en riesgo la elección presidencial de 2006, de acuerdo con el propio TEPJF, todo con tal de burlar la decisión ciudadana que comenzaba a inclinarse peligrosamente hacia la izquierda.
            El “haiga sido como haiga sido” de Felipe Calderón Hinojosa y la frase de Fox en cuanto a que “ganó dos veces la presidencia” son el cínico reconocimiento de lo que hasta ese momento todavía podía considerarse una sospecha. Al igual que en el caso de Salinas de Gortari, la Suprema Corte de Justicia de la Nación aprobó, con el voto definitorio del ministro presidente, Guillermo I. Ortiz Mayagoitia, la destrucción de las boletas de los comicios presidenciales del 2 de julio de 2006, esta vez fue el PRI quien apoyó al PAN para que tal cosa tuviera lugar[1]. Por otra parte, la revelación de que Calderón fue apoyado el día de las elecciones por gobernadores priístas, algunos de ellos  vinculados y asesorados por la Gordillo, quien también apuntaló al panista sacando a sus huestes de maestros a votar y tomar posiciones entre los funcionarios de casilla, es un dato más de los arreglos entre priístas y panistas. Como pago, FCH puso a Roberto Campa (hoy en el equipo de transición de Enrique Peña Nieto) al frente del Sistema Nacional de Seguridad Pública, a Francisco Yánez” de la Lotería Nacional y a Miguel Ángel Yunes del ISSSTE.
            Hoy, seis años después, de nueva cuenta es posible atestiguar el contubernio entre  algunos priístas y panistas gracias al inmoral llamado de Fox a votar por Peña Nieto y su intento por convencer a los propios panistas y sus simpatizantes de que Josefina Vázquez Mota no tenía posibilidad alguna de ganar. Muy atrás quedaron las víboras prietas y las tepocatas, los insultos al priísta Francisco Labastida (la vestida) Ochoa y la idea de consolidar la democracia mexicana rompiendo de tajo con una cultura política corporativista y clientelar. Fox finalmente mostró su verdadera naturaleza, nunca fue un panista convencido, sino un pragmático que utilizó al PAN para sus propios fines y hoy nuevamente se colude con el “viejo-nuevo” PRI para que le cuide las espaldas ante el escandaloso y muy explicado enriquecimiento de su familia política. Pero más allá de las acciones de este ex presidente que ha roto con la tradición priísta de guardar silencio y retirarse a la vida privada dejando a su sucesor la arena política para él solo, saltan a la vista, para quien observa de cerca los vericuetos de la política en México, los elementos que confirman la existencia de un pacto para evitar a toda costa el arribo al poder de un proyecto que beneficiando a las grandes mayorías ponga en riesgo los privilegios abusiva y corruptamente obtenidos por un pequeño grupo de políticos y empresarios.
            La abundante evidencia fáctica de esta colusión proporciona a millones de mexicanos y mexicanas la certeza de que nuevamente se cometió un fraude electoral y de que quien portará la banda presidencial a partir del primero de diciembre no es aquel por el que se votó, hecho que coloca en su justa dimensión a la democracia mexicana, como una democracia de puerta trasera.
            En 1988, CSG tomó posesión protegido por el Ejército mexicano ante el temor de las protestas callejeras provocadas por el fraude cometido en contra de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; en el 2006 FCH entró y salió del recinto parlamentario, en el que tomó posesión como presidente constitucional, por la puerta trasera, toda vez que los parlamentarios del PRD tomaron la tribuna para evitar que fuera investido como mandatario; hace unos días EPN aunque llegó al TEPJF, para recoger su constancia de mayoría,  por la puerta del frente, tuvo que salir también por la puerta de atrás para no encontrarse con quienes afuera del tribunal manifestaban su repudio al virtual próximo presidente.
            La importancia simbólica que reviste llegar por el frente o por la puerta trasera es reconocida por diversos actores que tratan a toda costa de cubrir las apariencias, en este sentido es de notar la acotación hecha por el periódico Milenio al afirmar “Peña Nieto pudo entrar por la puerta principal en un convoy que circulaba sobre la avenida Carlota Armero, que después fue cerrada sólo para que él llegara. El convoy pasó desapercibido por los manifestantes que se encontraban a las afueras[2]. En la misma dirección va la última reforma constitucional de acuerdo con la cual “Si por cualquier circunstancia el Presidente no pudiere rendir la protesta (…) lo hará de inmediato ante las Mesas Directivas de las Cámaras del Congreso de la Unión, o también ante el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación”[3].
            CSG cubrió su falta de legitimidad de origen con una legitimidad por desempeño, aunque finalmente el inicio del sexenio de su sucesor, Ernesto Zedillo Ponce de León, marcado por el famoso “error de diciembre” lo colocaron en su justa dimensión; no así FCH quien a lo largo del sexenio ha tenido que enfrentar en muchas ocasiones –a pesar del búnker que lo acompaña- abucheos, rechiflas, mentadas de madre, acusaciones de “espurio”, incluso en el mismo Palacio Nacional (http://goo.gl/I11qV), a los que se suman los justos reclamos de las víctimas de la Guardería ABC y de la fallida guerra contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, entre otros.
            Ante este panorama, cabe preguntarse ¿Por cuántas puertas traseras tendrá que entrar y salir Peña Nieto toda vez que desde ahora millones de personas afirman que él no será su presidente? ¿Cuántos sexenios más tendremos que conformarnos con una democracia de puerta trasera, en la que sale un espurio y entra otro? ¿Cuántas décadas más tienen que pasar para que podamos hablar de una verdadera democracia? ¿Cuántos movimientos sociales como #YoSoy132 tendrán que surgir para que de una vez por todas tengamos elecciones libres, equitativas y auténticas? Yo no tengo la respuesta, sólo la convicción de que ésta no es la democracia que quiero heredar  a las futuras generaciones.

Comentarios: iam_60@hotmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario