Por: Ivonne Acuña Murillo
En el fondo de
la reforma laboral -cuyos verdaderos autores son cinco
abogados de la Confederación Patronal de la República Mexicana, Coparmex- enviada por Felipe Calderón Hinojosa al Congreso como
iniciativa preferente para su revisión y posible aprobación, se encuentra una combinación
de implicaciones e intenciones visibles y no visibles que contrastan con los discursos
a favor de esta controvertida reforma a punto de ser aprobada
Entre las consecuencias obvias para los expertos e informados, pero no así
para el común de la gente, se pueden mencionar la formalización de la
precariedad en el empleo, la posibilidad de que los empresarios puedan despedir,
cuando quieran y bajo sus condiciones, a sus trabajadores; que se contrate a la
gente por horas y/o a prueba sin tener que reconocerles ningún tipo de derecho;
que se desactive la resistencia sindical y los contratos colectivos de trabajo,
más en perjuicio de los trabajadores que de los líderes sindicales; que el
interés de las y los trabajadores quede supeditado al interés económico de los
empleadores, etc. La tan cacareada flexibilización del trabajo supone echar por
tierra los derechos laborales ganados en más de un siglo de lucha en aras de
beneficiar a una parte del sector empresarial, facilitando la transferencia de
la renta del trabajo al capital. Esto va acompañado de discursos, oficiales
unos, políticos y empresariales otros encaminados a rodear de un halo de
legitimidad a una reforma que se presenta como necesaria para crear empleos,
dinamizar el mercado interno y recuperar el crecimiento económico. En el fondo
se trata de legalizar aquello que informalmente ya ocurre y que justo ha tenido
el efecto contrario: ni más empleos, ni crecimiento económico, ni mejoría del
mercado interno.
Pero, lo anterior no es una novedad ni ocurre sólo en México, sino que es
parte de un proceso mundial producto de un modelo económico que exacerba las
contradicciones entre el capital y el trabajo, en detrimento de éste último,
con el agravante de que, a decir del experto en la materia Arturo Alcalde
Justiniani[1],
es aquí donde estas medidas, a diferencia de otros países, se pretenden aplicar
dejando a los trabajadores en una mayor indefensión.
La trampa está en rodear las malas intenciones de dicha reforma con supuestas
ventajas como el permiso por paternidad, derecho que por supuesto debe
incluirse ya en toda reforma laboral, pero que no alcanza para minimizar los
perjuicios que provocarán los cambios propuestos; o la puntualización, hecha de
manera tramposa, en torno a que no se podrá condicionar la contratación de una
mujer con la prueba de embarazo o despedirla por estar embarazada, dado que
esas disposiciones están incluidas en la Ley Federal del Trabajo desde hace
años y son principios que de manera reiterada violan los empleadores cuando de contratar
a una mujer se trata, por mencionar sólo algunas.
Un discurso a favor es del PAN, en cuya representación Juan Bueno Torio, integrante
de la Comisión de Trabajo y Previsión Social de la Cámara de Diputados, afirmó “que esta
reforma permitirá colocar a México cerca del lugar número 90 en competitividad
laboral, lo cual permitirá mayor inversión” (Revista EMET, 19-09-12, http://goo.gl/Dn1Ms), lo que no se dice es que, en efecto, México
compite con otros países pero a la baja para ofrecer a los inversionistas
extranjeros mano de obra barata, además de las ventajas que conlleva la
desprotección laboral y las violaciones continuas a los derechos de los
trabajadores.
Un punto más que presenta implicaciones claras y otras no tan visibles se
relaciona con el hecho de poner límites a los poderosos líderes sindicales en
torno al cobro de cuotas y la transparencia en el manejo de éstas. Esto que
salta a la vista esconde no sólo mensajes cifrados sino oscuras intenciones.
Por un lado, cabría preguntarse ¿A quién beneficia o podría beneficiar la
intención de poner un freno económico a los corruptos líderes sindicales? Por
otro lado, ¿Se atreverá la administración priísta, en el remoto caso de que se
apruebe esta parte de la reforma, a poner límites a la poderosa profesora Elba
Esther Gordillo? ¿Por qué Calderón no lo hizo y ahora ofrece a su sucesor en
bandeja de plata dicha posibilidad? ¿Habrá cambios en PEMEX? ¿Sufrirán otros
sindicatos la suerte del SME? ¿Las implicaciones económicas y políticas de la
reforma elaborada por la COPARMEX supondrán finalmente la derrota histórica de
las y los trabajadores mexicanos y/o un cambio en el equilibro de fuerzas
dentro del corporativismo mexicano? ¿Calderón mandó esta reforma para
evidenciar la complicidad del PRI y los corruptos sindicatos una vez que esta
parte de la iniciativa no pasará?
La respuesta a éstas y otras preguntas sólo podrá darse en el marco del
sexenio que está por comenzar. Pero no terminan ahí las consecuencias todavía
invisibles que los cambios que en materia laboral ha impuesto el actual modelo
económico depredador. La reforma laboral así planteada no restringe sus
consecuencias al ámbito meramente laboral o político, sino que extiende su
influencia al ámbito de la vida social en su conjunto si consideramos que el
trabajo es el eje sobre el que se estructura la vida en sociedad. Hasta ahora,
a pesar de la fuerte crisis del empleo, los ciclos vitales de millones de
personas aún están organizados en torno al trabajo: los primeros años de la
vida están destinados a la adquisición de los conocimientos y la preparación
suficiente para obtener un empleo; en un segundo momento, el de la “vida
activa”, las personas ponen o intentan poner en práctica aquello para lo que se
prepararon; finalmente, una vez terminada esta etapa y obtenida la jubilación
(para quienes todavía poseen ese derecho) la gente disfruta, a partir de una
pensión, de los beneficios de una vida de trabajo. Más aún, el hecho de tener
un empleo da a las personas un lugar en la familia y la comunidad, les
proporciona estatus, reconocimiento, identidad, sentido de pertenencia. Por el
contrario, la falta de éste se ha convertido en un detonante de enfermedades
físicas y mentales, de desprecio, abandono, exclusión, marginación, soledad y
suicidios. Los desempleados son ahora los nuevos parias de la tierra.
Detrás de los desempleados se encuentran los empleados precarios, la gran
mayoría de los cuales subsiste con dos dólares diarios, ingreso que nunca les
permitirá salir de la pobreza y acceder a mejores condiciones de vida. Para los
que logran ganar un poco más el futuro no es tampoco halagüeño, pues sus
salarios siempre están por debajo de la inflación. A este grupo le sigue un
tercero, el de quienes teniendo lo que podrían considerarse buenos salarios no
logran asegurarse una vejez tranquila, toda vez que la inestabilidad laboral no
les permite planear a largo plazo. Las personas que se ubican en estos tres
grupos son para quienes observan de manera crítica el actual modelo económico losers o “perdedores” en buen español. Finalmente, en la cúspide de la
pirámide se encuentran los trabajadores privilegiados, los VIP (Very Important People) o “ganadores” que
además de tener sueldos extraordinarios cuentan con todas las ventajas de la
seguridad social, de las que han sido privadas la mayoría de los integrantes de
las futuras generaciones y aún de los que hoy superan los 40 años. Esta reforma
entonces no disminuirá la distancia entre los perdedores y los ganadores, sino
que consolidará la precariedad de los primeros.
Pero las consecuencias invisibles o no tan obvias no paran ahí, en el marco
de la empresa, la desestabilización laboral, la falta de seguridad en el
empleo, la precarización de las condiciones de trabajo, los despidos masivos,
las contrataciones por horas o a través de empresas subcontratistas, la
fragmentación del trabajo, etc., generan el rompimiento o la inexistencia de
lazos afectivos y empatía entre compañeros hasta provocar el advenimiento de un
individualismo extremo y una competencia caníbal entre pares y, por tanto, una
falta de solidaridad con quien puede ser visto como un rival.
Por otra parte, el hecho de que los dueños de empresa se vean en la
necesidad de “estar a la moda” y “modernizar” sus negocios les lleva a contratar
firmas que se ocupan de reducir la estructura, decidir quien se va y quien se
queda y aún de despedir a aquellos elementos que “corrieron” con la mala suerte
de que sus puestos de trabajo y aún ellos mismos fueran considerados
“superfluos”. Esta práctica provoca la desaparición de puestos medios y la
ruptura de la cadena de mando y autoridad, además de que abre una enorme brecha
entre el empleador y el empleado dando al traste con los compromisos morales
entre ambos. Este proceso de “destrucción creativa”, en la que un grupo de
“expertos”, los llamados consultores, se atreven a reorganizar una compañía sin
conocerla a fondo, provoca que en muchas de las ocasiones se despida a quien
posee la experiencia y los conocimientos necesarios para el buen funcionamiento
de los procesos de trabajo y en su lugar se coloque a eventuales o gente sin
experiencia con la clara intención de pagar menos[2].
Esto, unido al desgaste físico y mental que ocasiona el tener que tomar varios
empleos para reunir un salario “decente” o cubrir jornadas extenuantes en la
medida que a los que no son despedidos se les suman las cargas de trabajo de
los que se fueron -lo cual no implica por supuesto un mayor salario- está
provocando y provocará en el futuro próximo una serie de accidentes y muertes.
Sólo es cuestión de poner atención cuando en las noticias se reporta que la
mayoría de los accidentes aéreos, en carreteras, en centrales nucleares, en
hospitales, etc., se deben a errores humanos o que el número de muertes por
accidentes de trabajo va en aumento.
Finalmente, la consecuencia última de la reforma laboral es dejar a las
personas a la deriva en un mar de tiburones donde la regla primordial es
“sálvese quien pueda” y donde la frase “mujeres y niños primero” se vació de
contenido junto con el futuro de los que vienen detrás.
Comentarios: iam_60@hotmail.com
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